27 de julio de 2010

Nuestras Diferencias


Instantes antes de soltar la escoba y coleto para siempre

Hombres y mujeres. El eterno dilema de quién entiende a quien. Claramente tenemos diferencias que se empiezan a notar desde que somos niños. Es impresionante ver cómo nuestro sexo nos define. Sin embargo, siempre existen actos de rebeldía en los que no entramos en los típicos parámetros de nuestro sexo. Cuando yo tenía aproximadamente 3 años me regalaron un juego de una escoba y coleto. Yo estaba absolutamente emocionada jugando con él hasta el momento en que me dijeron que a partir de ahí podría ayudar a mi mamá a limpiar la casa. En ese instante, solté la escoba y más nunca la volví a tocar. Qué va. Yo no iba ser un ama de casa. Por ese lado no era la típica niña, yo no quería saber nada de limpiar ni atender invitados, yo iba a tener un trabajo en una oficina. Por otro lado, uno de mis juegos favoritos era el de la mamá y el papá, eso era impelable en la hora del juego. Irónicamente hoy en día soy las dos, cosa que creo que nos pasa a casi todas las mujeres.



Me impresiona como cada sexo viene desde niño con un chip implantado adentro que determina qué tipo de cosas nos va a gustar. Recuerdo que de pequeña yo jugaba con mis Barbies y cuando le pedía a mi hermano que jugara conmigo, él se limitaba a usar el carro de la muñeca nada más. Estuve de babysitter recientemente en Miami cuidando a mi primo/ahijado Santiago; el ejemplo más claro del típico varón. Basta con que pongas por un segundo cualquier deporte en la televisión para que él se quede como una estatua concentrado viéndolo. No importa si es una pelea de metras, cricket, o bolas criollas; el carajito ama ver un deporte. Lo mismo ocurre con los aviones y los carros. Cómo es posible que un niño de 4 añitos esté pendiente de cual aerolínea estará volando sobre nosotros? Aún no lo entiendo. Por otro lado, mi primita Camila tiene 2 años y desde ya es extremadamente coqueta. Lo mejor que le puedes regalar es una cartera con maquillaje. Lástima que ya no venden los kits de MaquiClub o de Melody, cómo gozaría ella con eso. Definitivamente, hay cosas que vienen dentro de nosotros de nacimiento.


El hombrecito Santiago

Considero que entiendo a los hombres bastante gracias a haberme criado con un hermano mayor. Aprendí a tenerle tolerancia a la incesante conversación sobre el deporte. Una cena en mi casa no era cena sin el típico Viste cuánto bateó Griffey? Por otro lado, no entiendo mucho sobre las cosas de hombres, mi hermano es mayor que yo y no me tocó lidiar con eso. A Santiago más de una vez me toco llevarlo al baño. Yo no sabía que hacer, era toda una confusión para mi. Cuando terminaba de hacer pipí, entraba mi dilema. Tenía que limpiarlo? Cómo funciona esa cuestión? No sabía si ayudar a lavárselo con agua y jabón o secarlo con papel. Le pregunté que cual era el mecanismo, a lo que me respondió Marrina, no hay que limpiarlo, para eso está el interior. Estoy segura que mi tía no le enseñó eso. Asumo que el día que tenga un varón seré una experta en el tema. Quizás en ese momento sabré mucho más sobre las diferencias entre los hombres y las mujeres.

Las mujeres claramente somos enredadas. Aunque por suerte, heredé de mi mamá lo mejor que se puede heredar: ser descomplicada. La verdad, estoy segura que la mayoría de las mujeres dicen lo mismo: Yo? cuaima? qué va. Naaada que ver. Pero bueno, que puedo decir, considero que realmente no soy así. No me gusta pasarme horas de shopping, ni me fijo qué tiene puesto quién. Es más, soy tan distraída que he llegado a ponerme lo mismo 2 días seguidos. Lo guardo en el clóset y al día siguiente lo veo y no tengo ningún recuerdo de haberlo utilizado el día anterior. Es a media tarde que me entra una luz y recuerdo lo que pasó. Oops.

Claramente hay cientas de diferencias entre los hombres y las mujeres. Muchas las impone la misma sociedad, no necesariamente nacen con nosotros. A las mujeres (en general, siempre hay excepciones para todo) nos llega un momento en el que nos toca que aceptar y balancear ser ‘mujeres del siglo 21,’ que trabajamos y tenemos una carrera, con ser mujeres de los años 50 y atender nuestro hogar. Los hombres por otro lado, los crían a ser hombres. Es raro ver un hombre que se tenga que preocupar por la opción de ser ‘ama de casa’ o businessman. Evidementemente, estoy segura que esa presión de ser el que ‘pone el pan en la mesa’ no debe ser nada fácil. Seguramente habrá más de uno que lo que más le gustaría es quedarse en casa cuidando a los niños y no lo hacen porque Oh! Qué dirá la sociedad!

Diferencias entre nosotros hay miles y varían desde lo más pequeño hasta lo más grande. Nunca llegaremos a entendernos completamente, mucho menos si nos pasamos el tiempo preguntándonos por qué somos tan diferentes. La clave está en aceptarnos y tratar en lo posible de entendernos, quizás así encontraremos más similitudes que diferencias.

14 de julio de 2010

El Mundial no es de Fútbol




No hay nada como la emoción de un Mundial de Fútbol. Ese sentimiento tan rico en que todos somos uno. Un mes cada cuatro años en el que no importan las diferencias, solo el color de la camisa. Un momento en que nos olvidamos de la política y los problemas de la vida diaria y nuestro mundo se convierte en un balón.

Mi primer recuerdo de un Mundial fue el del año 1994. Ese mes del fue uno muy particular en nuestras vidas, pues eran nuestras pequeñas vacaciones antes de irnos a vivir a la India. El Mundial fue la excusa perfecta para compartir con la familia antes de tener que irnos al otro lado del mundo. Mi recuerdo más grande fue, por supuesto, la sufrida final. Evidentemente fue una final memorable para todos los que siguen el deporte, pero en mi familia generó una ‘discordia’ muy particular. Vengo de una familia originalmente italiana, por lo cual es lógico pensar que estábamos ligando que Italia se declarara campeón. La verdad, no fue así. La mitad de la familia le iba a Italia, y la otra mitad a Brasil. Yo tenía (y aún tengo) la excusa perfecta para seguir el
jogo bonito pues nací en Brasil. Sin embargo, ese no era el caso de ninguna otra persona más, cosa que causaba rabia en la otra mitad de la familia. Recuerdo perfecto estar todos sentados frente al televisor en casa de la Nonna de mi papá. Cada quien vestido en sus respectivos colores y gritando como si los equipos dependieran de nosotros para anotar un gol. Está demás decir que para el final del partido el chalequeo y la cizaña se ponían cada vez más pesados y hubo más de un familiar molesto que se paro y se fue para otro lugar sin mirar atrás. Hoy en día pienso que realmente fue una final especial, no porque fuera de Brasil-Italia, sino porque nos dió la oportunidad de compartir en familia a todos. Incluyendo a tíos abuelos y primos segundos a los que el tiempo y la vida nos ha llevado por otros caminos. Poco tiempo después de ese partido estaríamos montándonos en uno de varios aviones que nos llevarían a New Delhi.

Partido Italia - Francia

Entre mundial y mundial la vida nos llevó del timbo al tambo, y ya para el ’98, estábamos viviendo de nuevo en nuestra adorada Caracas. Para ese momento el fanatismo por el deporte nos llevó a París donde tuvimos la oportunidad de presenciar y sentir lo que es un Mundial en vivo. Si recuerdan haber visto alguna bandera de Venezuela en el partido Francia - Italia, probablemente era la mia. No podíamos dejar de hacerle honor a esa tradición tan venezolana como es la de tener una bandera de nuestro país en cualquier estadio, partido o deporte en el mundo. La emoción que sentímos al entrar al Stade de France fue indescriptible, sin embargo, nada pudo superar escuchar el himno de Francia sonando a todo volumen. Ojo. Yo no soy francesa, ni le iba a Francia, pero rodáte tú de miles de franceses cantando su himno emocionados a todo pulmón, y dime si no te emociona. Nos gozamos varios juegos cargando nuestra banderota, la cual la gente miraba con curiosidad. Lamentándolo mucho, la compañía que nos vendió el paquete con las entradas se aprovechó de que Francia había llegado a la final y nunca nos entregaron nuestras entradas. Meses después nos pagaron el paquete completo como compensación...así sería lo que le ganaron a las entradas de la final revendidas. Ese juego lo vimos unas 50 personas en el lobby del hotel a través de un pequeño televisor. A pesar de nuestros gritos, Taffarel no logró parar los goles y Francia se convirtió en el vencedor. Seguramente hubo una centena de personas que en ese momento salieron a celebrar eufóricos a Las Mercedes en Caracas.


Final España - Holanda 2010

Un Mundial realmente se convierte en un evento deportivo único. Nos creemos españoles, portugueses, italianos, brasileros. Creemos que sabemos más que el técnico y criticamos sus decisiones. Peleamos contra los delanteros por no chutar como era (como si fuese tan fácil). Pasamos horas pegando barajitas en nuestros álbumes Panini esperando ser el primero de nuestros amigos en llenarlo. Pero la verdad es que el Mundial de lo que menos se trata es del fútbol. Sí, por supuesto, todos estamos viendo el deporte, rezándole al Pulpo Paul a ver si nuestro equipo favorito mete un gol y pasa a la siguiente ronda. Pero a la hora de la chiquita, el Mundial se trata sobre familia y amigos. Se trata sobre sentarse a ver un partido junto a las personas que más queremos y pelear por sobre si fue o no fue offside. Se trata sobre sacarnos los unos a los otros tarjetas amarillas. Se trata sobre abrazarnos cuando hay un gol. Se trata sobre soñar en el día en que escuchemos el Gloria al Bravo Pueblo en un partido junto a nuestros mejores amigos, llorando como niños. Un Mundial se trata sobre, comer, tomar y vivir. Se trata sobre compartir.