18 de junio de 2010

Un Nenuco de Verdad


Nenuco y yo

Cuando tenía 4 años, el niño Jesús me trajo a mi mejor amiga: Nenuco. Mi muñeca y yo nos convertimos en amigas inseparables, cómplices ante cualquier tremendura que pudiéramos hacer. A partir de ese momento, Nenuco siempre me acompañó a cualquier viaje o mudanza. La muñeca tiene marcas innegables de mi niñez: la cabeza llena de alfileres que le metí por la boquita, la mancha de café en la barriga debido a un accidente ocurrido en un avión entre España y Venezuela, una 'cortada' en el muslo ocasionada con una tijerita de costurero, entre muchas cosas más. Nenuco era mi confidente, a la cual yo le contaba todos mis secretos y sueños. Yo no tenía ni la menor duda de que mi queridísima muñeca me escuchaba atentamente a todo lo que le decía. Estaba segura de que cuando yo salía del cuarto, cobraba vida cual Woody y Buzz en Toy Story.

Mi cariño por Nenuco duró muchísimos años, aunque, por supuesto, con el tiempo dejé de contarle mis historias y se convirtió únicamente un objeto cual abrazaba a la hora de dormir. El día en que me mudé al dorm de mi Universidad, coloqué a Nenuco en mi cama, pues pensaba seguir durmiendo con ella. Mi 'simpatiquísima' roomate entró al cuarto y se quedó horrorizada pensando que se iba a conseguir con una tremenda 'galla' que seguía durmiendo con una muñeca a esas alturas de la vida. No hizo mucha diferencia para mi, pues Nenuco siguió durmiendo a mi lado. Hoy en día la tengo guardada esperando que algún día mi hija duerma con ella como lo hice yo.


Santiago (mi ahijado de 4 años) y su hermanito
Gustavo Alejandro de 1 semana

El reemplazo de Nenuco llegó después de 9 meses de vivir en la barriga de mi tía Claudia. Cambié la muñeca por un bebé hermoso que me hacía reir muchísimo. Con Santiago he compartido innumerables juegos y risas. De ahí han pasado 4 años y me encuentro ahora acompañando a mi tía en los primeros días de vida de su segundo hijo Gustavo Alejandro. Un bebé evidentemente no es un juguete (cosa que mi mamá y yo debemos repetir mil veces, a ver si así aprendemos), sin embargo, qué sabroso es jugar con ellos! Un bebé en definitiva nos trae mil alegrías a la vida. Un bebé cambia todo. En este momento he disfrutado del nacimiento de 6 primos pequeños (con los otros 7 primos yo estaba chiquita todavía), y este año al fin tendré la alegría de recibir a mi primer sobrino (no quiero imaginarme la locura que será). En definitiva, las niñas pasamos de querer y cuidar a un Nenuco, a querer y cuidar a un bebé de verdad. Me supongo que el instinto maternal lo tenemos presente desde que nos regalan nuestra primera muñeca.



Un bebé no es un juguete...un bebé no es un juguete...un bebé no es...


Gustavo Alejandro y yo

9 de junio de 2010

Primocomulgante


Mi Primera Comunión 1993

Uno de los días más emocionantes para mi, fue el día de mi primera comunión. Sin embargo, la historia detrás de ese evento fue un poco alocada. El único colegio religioso en el cual he estudiado fue el San Patricio en Madrid. En esa época era tan pequeña, que la mayoría de las cosas que aprendí de religión se esfumaron de mi mente. De ahí pasé a estudiar estrictamente a colegios americanos ya que facilitaba el traslado cuando nos mudábamos. Estábamos viviendo en Caracas cuando nos informaron sobre nuestra mudanza a la India. Nuestra vida se puso patas arriba y todo fue un corre-corre. Mis papás decidieron hablar con una tía que es monja y que en ese momento era directora del Colegio María Auxiliadora. Llegamos a un acuerdo en el cual me darían clases particulares de catecismo 3 tardes por semana, y luego haría la Primera Comunión. Aprendí todo lo que tenía que aprender sobre Jesús en cuestión de 2 meses.
Quizás uno de los anécdotas más graciosos fue lo que ocurrió días antes de mi Primera Comunión. Ya para ese momento había aprendido todo lo necesario y había llegado la hora de hacer mi primera confesión. Estaba extremadamente nerviosa cuando entré a hablar con el padre. Probablemente habré confesado una que otra mentirilla o quizás alguna discusión con mi hermano. Mi gran sorpresa fue cuando el Padre me mando como penitencia rezar 3 Ave Marías. Sentí alivio y al salir del confesionario se lo hice saber a mi mamá. Yo estaba segura que el Padre me iba a mandar a hacer 5 saltos de rana y darle 3 vueltas a la iglesia. A los 9 años era aún muy inocente y pensaba que esas eran el tipo de penitencias que los curas mandaban a los pecadores (juro que esta historia es verdad!).

Cuando al fin llegó el día de mi primera comunión, estaba súper contenta. El sábado 29 de mayo de 1993 llegamos toda la familia a la capilla del Colegio María Auxiliadora donde recibí, solamente yo, mi Primera Comunión. De ahí fuimos a mi casa en Chuao donde tuvimos un brunch para los invitados. Vino toda mi familia de Gochilandia, incluyendo a mi abuelo César que estaba muy enfermo. Fue una linda oportunidad para compartir y gracias a Dios pudimos estar todos juntos ese día ya que menos de un mes después falleció mi abuelo. Pasé la tarde jugando con mis amiguitos y contenta de recibir muchos regalitos de todos. Aún conservo (gracias a mi mamá) las tarjetas y fotos de ese día.


Mi hermano y yo con Cuchy y Chema (mis abuelos maternos) en el día de la Primera Comunión de mi hermano

Años atrás, la primera comunión de mi hermano la celebramos en Madrid. Fue una hermosa celebración ya que los españoles son muy tradicionales lo cual hace el evento mucho más solemne. Obligan a los niños a vestirse de marineros y las niñas utilizan el mismo diseño de vestido. Todos se veían hermosos entrando a la iglesia y encendiendo velas mientras juraban seguir la palabra de Jesús. Por supuesto, luego del almuerzo, mi hermano ya estaba como un loquito sudado, cor
riendo en su traje de marinerito, jugando fútbol con sus compañeros en el edificio.

Con Marianita mi prima el día de su Primera Comunión

En estos días fui a la Primera Comunión de mis primos Mariana y Diego. Fue sabroso compartir en familia nuevamente este importante día para ellos. Me contentó muchísimo verlos emocionados entrando a la iglesia. Me causó gracia ver como muchas de las niñitas habían mandado a hacer vestidos de diseñador con tela traída de España. El magno evento de la belleza pre-bachillerato. Me causó demasiada gracia que durante la misa el Padre preguntó a los niños que si había confesado todo. Se oyó un unísono síiiii, pero en el fondo se escucharon 2 o 3 niñitos decir noooo. A fin de cuentas, los niños son niños. En ese momento tienen una noción bastante clara de la diferencia entre el bien y el mal, pero para esa edad, los "pecados" no pasan a ser más que una que otra mentira (bueno, en la mayoría de los casos). Años después es que uno realmente comienza a pasar encrucijadas en la vida que te ponen a decidir lo que está realmente bien o mal. Más allá de ir a la iglesia (o lo que sea), lo relevante es uno estar satisfecho con uno mismo. Tener la conciencia limpia no tiene precio. Lo que importa realmente es uno confesarse con uno mismo, estar consciente de las acciones en el día a día. Y, si hace falta, de vez en cuando hacer uno que otro salto de rana para enmendar lo que hiciste mal.

1 de junio de 2010

India Parte II: Formando un Hogar


Tragafuegos en el Hotel Hyatt

El shock inicial de mudarnos a la India se nos fue pasando poco a poco. Vivir en una país tan lejano y contrastante no permite mucho tiempo para pensar las cosas: simplemente todo va pasando. La cultura te va envolviendo de golpe, y a uno le toca adaptarse lo más rápido posible. A los pocos meses de llegar nos tocó nuestra primer gran experiencia cultural. Diwali es conocido como el festival de las luces en el cual se celebra el triunfo del bien sobre el mal. Todavía vivíamos en el Hyatt para el momento de este festival y fue ahí donde experimentamos toda la celebración que conlleva esta fecha tan importante para los indios. Nos impresionamos al ver cómo la ciudad había sido preparada pues todo estaba cubierto con collares de flores. Sin embargo, la gran sorpresa no ocurría en el día sino en la noche. Fue imponente escuchar cientos y miles de fuegos artifiales irrumpir sobre el murmullo de la ciudad. Pasaban horas y horas y no dejábamos de escuchar uno tras otro reventar con gran fuerza, hasta dejar el ambiente completamente nublado logrando lo imposible: hacer ver la ciudad aún más contaminada. Nunca en mi vida imaginé que podrían haber tantos fuegos articiales en el cielo.


Autobus cubierto de flores

El Hyatt tenía una excelente fiesta preparada para los huéspedes del hotel. Había una gran demostración pirotécnica, luces de bengala y auténticos tragafuegos, comida tradicional, músicos y bailarines. Realmente resultó ser una experiencia enriquecedora y sobretodo supremamente interesante. Fue la última gran experiencia que vivimos en el Hyatt antes de (al fin) mudarnos a nuestro hogar en Vasant Vihar.


Rajan, Bajardur y mi papá

Una de las cosas que más nos impactó una vez mudados fue el papel que desempeñan los hombres y mujeres en la India. Viniendo de Venezuela, estábamos acostumbrados a tener una empleada que nos ayudara con la limpieza y comida en la casa. Nos llevamos una gran sorpresa al ver que en la India esto es completamente diferente. Las mujeres son las que hacen el trabajo pesado: es común verlas caminando con una montañita de ladrillos en la cabeza, en vía a alguna construcción. Los hombres, por otro lado, son los que hacen el trabajo en casa. En Venezuela teníamos una sola empleada que realizaba todo el trabajo. En la India teníamos casi media docena: el cocinero, el que limpiaba, el que planchaba, el chofer de mi mamá y el chofer de mi papá.

Bajardur era nuestro querídismo cocinero. Afortunamente él había trabajado en una casa de venezolanos en años anteriores y hacía unas arepas dignas de la Casa del Llano en las Mercedes ,con la harina PAN que traíamos de Venezuela. Bajardur cocinaba sabrosísimo y nos hacía de todo tipo de comida. Por supuesto, nuestra comida casera carecía de cualquier ingrediente proveniente de la vaca. Es decir, cero carne, y la leche y mantequilla eran de bufala. Recuerdo que él mismo elaboraba la pasta y nos preparaba varias opciones de salsas caseras para comer. Mi desayuno favorito eran crepes bañadas en azúcar en polvo, preparadas riquísimamente por Bajardur. El era una excelente persona al que le agarramos un cariño inmenso. Tenía cualquier cantidad de hijos, pero eso no le impidió adoptar un niño enfermito que en alguna oportunidad llevó a la casa. Por otro lado, Rayan y Raj eran el que limpiaba y el que planchaba (respectivamente). Eran dos muchachos callados con los cuales no fue mucho lo que compartimos.


Mi hermano con Jan Singh

El chofer de mi mamá se llamaba Raju, y la verdad, no recuerdo casi nada de él. Sin embargo, nuestro grandísimo y queridísimo amigo y compinche era el señor Jan Singh: el chofer de mi papá. Con él entablamos una linda amistad, y fue, probablemente del cual años después más nos costó despedirnos. De hecho, una de las cosas que más recuerdo con tristeza fue esa despedida en la cual fuimos del trayecto del hotel al aeropuerto por última vez llorando todos; incluyendo a Jan Singh. El fue en muchas maneras nuestro guía turístico personal, que nos enseñó una inmensidad de cosas sobre la India y New Delhi y se convirtió en el gran protector de la familia.


En mi cuarto ya en Vasant Vihar


De esa manera fuimos ajustándonos a la India, aprendiendo de su cultura y formando un hogar. Nuestros nuevos amigos y compañeros en casa nos ayudaron inmensamente a entender a aquel país que se abría poco a poco delante de nosotros. Fueron muchas las vivencias y experiencias que tuvimos en aquel mágico lugar y grande el cariño que le tuvimos a quienes fueron testigos de nuestro paso por la India.

Primera parte aquí: Passage to India