9 de junio de 2010

Primocomulgante


Mi Primera Comunión 1993

Uno de los días más emocionantes para mi, fue el día de mi primera comunión. Sin embargo, la historia detrás de ese evento fue un poco alocada. El único colegio religioso en el cual he estudiado fue el San Patricio en Madrid. En esa época era tan pequeña, que la mayoría de las cosas que aprendí de religión se esfumaron de mi mente. De ahí pasé a estudiar estrictamente a colegios americanos ya que facilitaba el traslado cuando nos mudábamos. Estábamos viviendo en Caracas cuando nos informaron sobre nuestra mudanza a la India. Nuestra vida se puso patas arriba y todo fue un corre-corre. Mis papás decidieron hablar con una tía que es monja y que en ese momento era directora del Colegio María Auxiliadora. Llegamos a un acuerdo en el cual me darían clases particulares de catecismo 3 tardes por semana, y luego haría la Primera Comunión. Aprendí todo lo que tenía que aprender sobre Jesús en cuestión de 2 meses.
Quizás uno de los anécdotas más graciosos fue lo que ocurrió días antes de mi Primera Comunión. Ya para ese momento había aprendido todo lo necesario y había llegado la hora de hacer mi primera confesión. Estaba extremadamente nerviosa cuando entré a hablar con el padre. Probablemente habré confesado una que otra mentirilla o quizás alguna discusión con mi hermano. Mi gran sorpresa fue cuando el Padre me mando como penitencia rezar 3 Ave Marías. Sentí alivio y al salir del confesionario se lo hice saber a mi mamá. Yo estaba segura que el Padre me iba a mandar a hacer 5 saltos de rana y darle 3 vueltas a la iglesia. A los 9 años era aún muy inocente y pensaba que esas eran el tipo de penitencias que los curas mandaban a los pecadores (juro que esta historia es verdad!).

Cuando al fin llegó el día de mi primera comunión, estaba súper contenta. El sábado 29 de mayo de 1993 llegamos toda la familia a la capilla del Colegio María Auxiliadora donde recibí, solamente yo, mi Primera Comunión. De ahí fuimos a mi casa en Chuao donde tuvimos un brunch para los invitados. Vino toda mi familia de Gochilandia, incluyendo a mi abuelo César que estaba muy enfermo. Fue una linda oportunidad para compartir y gracias a Dios pudimos estar todos juntos ese día ya que menos de un mes después falleció mi abuelo. Pasé la tarde jugando con mis amiguitos y contenta de recibir muchos regalitos de todos. Aún conservo (gracias a mi mamá) las tarjetas y fotos de ese día.


Mi hermano y yo con Cuchy y Chema (mis abuelos maternos) en el día de la Primera Comunión de mi hermano

Años atrás, la primera comunión de mi hermano la celebramos en Madrid. Fue una hermosa celebración ya que los españoles son muy tradicionales lo cual hace el evento mucho más solemne. Obligan a los niños a vestirse de marineros y las niñas utilizan el mismo diseño de vestido. Todos se veían hermosos entrando a la iglesia y encendiendo velas mientras juraban seguir la palabra de Jesús. Por supuesto, luego del almuerzo, mi hermano ya estaba como un loquito sudado, cor
riendo en su traje de marinerito, jugando fútbol con sus compañeros en el edificio.

Con Marianita mi prima el día de su Primera Comunión

En estos días fui a la Primera Comunión de mis primos Mariana y Diego. Fue sabroso compartir en familia nuevamente este importante día para ellos. Me contentó muchísimo verlos emocionados entrando a la iglesia. Me causó gracia ver como muchas de las niñitas habían mandado a hacer vestidos de diseñador con tela traída de España. El magno evento de la belleza pre-bachillerato. Me causó demasiada gracia que durante la misa el Padre preguntó a los niños que si había confesado todo. Se oyó un unísono síiiii, pero en el fondo se escucharon 2 o 3 niñitos decir noooo. A fin de cuentas, los niños son niños. En ese momento tienen una noción bastante clara de la diferencia entre el bien y el mal, pero para esa edad, los "pecados" no pasan a ser más que una que otra mentira (bueno, en la mayoría de los casos). Años después es que uno realmente comienza a pasar encrucijadas en la vida que te ponen a decidir lo que está realmente bien o mal. Más allá de ir a la iglesia (o lo que sea), lo relevante es uno estar satisfecho con uno mismo. Tener la conciencia limpia no tiene precio. Lo que importa realmente es uno confesarse con uno mismo, estar consciente de las acciones en el día a día. Y, si hace falta, de vez en cuando hacer uno que otro salto de rana para enmendar lo que hiciste mal.

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