28 de enero de 2011

La Semana Que Cambió Todo


Mi salón en el Campo Alegre

En una semana del 98 mi vida cambió por completo. Toda mi vida el ‘plan’ había sido que yo estudiaría la universidad en Venezuela (lo cual irónicamente no ocurrió). Cuando uno se cría como yo, tiene básicamente 2 opciones: o estudia a través del sistema escolar americano, o a través del británico. Yo estudié en el americano lo cual facilitaba la transferencia de colegio a colegio independientemente del país en el que viviera. Sin embargo, esto era un obstáculo a la hora de entrar a las universidades en Venezuela. En esa época (no sé hoy en día), el colegio americano en Caracas no estaba inscrito en el Ministerio de Educación de Venezuela, y por lo tanto para estudiar la universidad había que hacer un parasistema (básicamente, el bachillerato completo en meses).

Siempre existió la idea de que podría cambiarme a un colegio venezolano para resolver ese problema; pero llegamos a Caracas de la India, transcurrieron casi 2 años y yo aún seguía en la Escuela Campo Alegre (el colegio americano en Caracas). Un domingo de octubre del 98 todo eso cambió. Fuimos a almorzar con una tía de mi papá y una amiga de ella que, casualmente, había sido una de las fundadoras del colegio El Peñón. En esas cortas horas se decidió que cambiaría de colegio. El lunes mandaron mi récord académico al Peñón, el martes fui a presentar varios exámenes, el miércoles me aceptaron, el jueves fue mi último día en el Campo Alegre y el viernes comencé clases en el colegio nuevo. Así mismo. Sin tiempo de mirar atrás ni de absorber todo lo que estaba pasando.

Decir que el cambio fue un shock es decir poco. Yo no sabía que esperar, pues me había rodeado toda mi vida de todo tipo de gente, pero nunca de tantos venezolanos a la vez (en el Campo Alegre hay gente de todo el mundo). Nunca olvidaré que entrando a la primera clase se me acercó una compañera y me dijo “Te voy a explicar para que sepas quien es quien: ella es la puta, él es el gallo, él es el fastidioso, ellos son los populares...” Al rato se me acercó William, el tesorero del salón, y lo primero que me dijo fue ‘Paga! Paga que tú debes’. Dios ¿en qué lío me había metido?

Comenzó la clase y la profesora empezó a regañar a los alumnos y a nombrarlos por el apellido. ¿Qué era eso? Yo estaba acostumbrada a otro tipo de relación con mis maestros, pues en el sistema americano te tratan como un igual; te llevan de la mano y te ayudan para todo. Esto era completamente diferente. A la semana tuve que hacer una cartelera para Historia Universal, la cual, al terminar la clase, mis compañeros decidieron convertir en un gran avión volador el cual pasaban de una esquina a la otra del salón. Cosa que jamás había visto suceder en mis años de colegios americanos. Ese primer mes fue un shock cultural para mí en todo sentido. En mi mente todo era en inglés, y estaba rodeada de español.

En el tipo de colegio en el que yo había estudiado hasta ese momento, todo el mundo estaba en constante movimiento. La gente llegaba y se mudaba al transcurrir unos pocos años, por lo que estábamos todos acostumbrados a hacer amigos nuevos fácilmente. Pero en el Peñón la historia era otra. Todas estas personas se conocían desde que nacieron (concepto difícil de entender para mí) y tenían miles de historias y anécdotas compartidos; chistes internos que solo ellos podrían entender. No fue fácil adaptarme a todos los cambios. Me tomó tiempo acostumbrarme al mundo en español, pero con el tiempo lo logré.


Mi salón del Peñón

Tenía que estudiar más de la cuenta ya que, como se imaginarán, sabía muy poco de historia de Venezuela. Tuve que aprender cosas nuevas que en el sistema americano no existen (como la regla de tres), pero con el tiempo todo fue cambiando. Me fui dando cuenta que la educación que estaba recibiendo era mucho mejor. Si bien los profesores era más duros, daban la materia de la mejor manera posible (con sus excepciones por supuesto). Fui haciendo amigos y me aprendí las historias de los demás. Los chistes internos los empecé a entender y los anécdotas me los sabía de memoria. Me convertí en una más de ese grupo y sentía como si los conociera desde pequeña.

La verdad, gocé en el Peñón. La gente resultó ser un vacilón y los amigos inigualables. Mi salón resultó ser lo máximo, y las tremenduras que hacíamos en él, inolvidables. Viví cosas que jamás hubiese vivido si no me hubiese cambiado del Campo Alegre. Aprendí, crecí, e hice amistades que aún conservo. Hoy en día estoy convencida que fue la mejor decisión que pude haber tomado, a pesar de que no estudié la universidad en Venezuela. Cambiarme al Peñón me definió como persona y me hizo querer más a Venezuela. Irónicamente, el día que me gradué del colegio me reí al escuchar a la profesora decir: Fabiana entró al Peñón en Kinder y se va a estudiar la universidad en Miami. Para mi es casi como si hubiese sido verdad. En mi corazón El Peñón es mi colegio y hoy en día tengo experiencias y recuerdos que estarán conmigo siempre.


26 de enero de 2011

Feliz 2011!!



Bienvenido el 2011! Estoy de vuelta luego de unas ricas (y merecidas) vacaciones. Pasé la navidad con mi familia en Miami y fue sabrosísimo. Pude compartir con mi hermoso sobrino Agustín y con el resto de mi familia. Ya estoy de vuelta con las pilas recargadas y lista para seguir escribiendo y contando historias, opiniones y anécdotas de mi vida. Espero leer sus comentarios y feedback sobre qué tipo de cosas les gustaría leer.

Espero el año nuevo les traiga muchas cosas buenas y el valor y coraje para cumplir cada uno de sus sueños. Para mí este año empieza con muchas cosas positivas. Tengo muchas metas que, Dios mediante, lograré cumplir una por una. Un gran abrazo y Feliz 2011!