8 de abril de 2011

Rajasthan



Estado de Rajasthan - Noroeste de India


India es un país con una cultura extremadamente rica, cargada de contrastes y variaciones. Vivir durante 2 años y medio en aquel país tan lejano te permite conocer y ver de cerca muchos de esos contrastes. La mejor manera de conocer un país tan extenso y grande como la India es viajando a través de su territorio y visitando aquellos lugares icónicos que hacen de aquel país un lugar tan misterioso y lleno de encanto. Uno de los lugares a los que viajamos varias veces fue al estado de Rajasthan ubicado en el norte de la India. Probablemente han visto alguna imagen proveniente de este fascinante lugar ya que es unos de los lugares más turísticos del país.


Jodhpur - La Ciudad Azul

Gracias a que India es una tierra antigua en donde existió una gran dinastía hace siglos atrás, muchos de los hoteles en los que nos hospedamos fueron en algun momento palacios que utilizaban los antiguos Maharajas. Tuvimos la oportunidad de quedarnos en el Umaid Palace ubicado en las afueras de la ciudad de Jodpur (conocida como Blue City por sus edificios pintados de azul). Esto quizás fue una de las cosas que más me gustó de viajar a Rajasthan. Las habitaciones eran inmensas con techos altos y alfombras de seda. Los empleados de los hoteles nos trataban como realeza, y era especialmente interesante verlos vestidos en trajes típicos elegantes. Las instalaciones impecablemente mantenidas y las comidas; grandes banquetes con ricos platos típicos de la región. Otro de los hoteles en el cual nos hospedamos fue el Lake Palace Hotel; como su nombre lo dice, es un palacio flotante’ en el medio de un gran lago.



En la subida del Amber Fort

Estando en Rajasthan fuimos a varios lugares típicos como el Palacio de Los Vientos en Jaipur, y por supuesto, el infantable paseo al Amber Fort. Lo más divertido de visitar el Amber Fort tiene que ver más con la manera de llegar al lugar que con el fuerte como tal. La única forma de subir al fuerte era a través de un paseo en elefante que duraba unos 15 o 20 minutos. Confieso que la primera vez que subimos al fuerte temí ligeramente por mi vida. La pendiente es bastante inclinada y si han hecho alguna vez en sus vidas un paseo en elefante, saben que se mueven con bastante fuerza hacia los lados, asustándolo a uno bastante (sobretodo si hacia abajo hay un gran barranco). Por supuesto, no pasó nada, fue una increíble experiencia, y una vez llegamos al fuerte nos entretuvimos jugando con los monos (los cuales están en todos lados) y aprendiendo sobre las batallas que algún día se pelearon ahí.

Otro de los viajes que hicimos a Rajasthan ocurrió un tiempo después y fue completamente diferente. Nos habían dicho que bajo ninguna razón podríamos dejar de ir a la famosa feria de camellos que ocurre todos los años en el norte de la India. Por supuesto mis papás, que no se pelaban una oportunidad para conocer y explorar más de la India, armaron el paseo. El viaje comenzó en un tren que nos llevaba hasta Rajasthan. El tren es uno de los más importantes métodos de transporte de la India ya que alcanza practicamente todas las esquinas de ese país tan grande. Sorpresivamente, los vagones eran bastante limpios y decentes (aclaro que en la India este tipo de cosas sorprenden). La feria de Pushkar es un espectáculo al que definitivamente vale la pena ir. En ese oportunidad no nos quedamos en un palacio sino en un gran campanento lleno de cientas de carpas a las cuales llegan turistas provenientes del mundo entero. Esta feria de 5 días atrae aproximadamente unas 300,000 personas y unos 20,000 camellos anualmente. Se podrán imaginar lo impresionante que es ese espectáculo.


Feria de Camellos de Pushkar

Confieso que para mí fue un poco difícil de digerir esa feria. Los primeros días todo comenzó bien: veíamos a los campesinos y comerciantes negociar camellos, comida, decoraciones, y miles de artefactos necesarios para mantener un camello. Habían carreras, tiendas, comida, música, y miles de eventos pequeños ocurriendo a la vez. Sin embargo, al pasar los días, llegó un momento en el que me empecé a sentir asfixiada. No importaba adonde volteabas habías camellos y más camellos, miles de personas color gris cubiertas en arena, cientos de niños riéndose, cientos de hombres vendiendo cosas, mujeres cantando, música a todo volumen, jovenes tocando tambores, personas ofreciéndonos productos, todo tipo de olores de especies y de suciedad. 360° de gente, gente, más gente y aún más camellos. Recuerdo bien que llegó un momento en que cerré los ojos y le tocó a mi papá llevarme caminando el resto de la tarde, dirigiéndome todo el camino ya que yo no era capaz ni siquiera de abrir los ojos por un segundo. Quizás era demasiado para una niña ver. Tantas imágenes eran difíciles para mi cerebro procesar. Por supuesto un rato de descanso hizo que se me pasara todo y al día siguiente pude seguir paseando y viendo aquel lugar misterioso lleno de vida.


A pesar de lo miedoso que puede sonar, es un lugar increíble y fue una experiencia maravillosa. Mis papás disfrutaron enormemente comprando todo tipo de decoraciones, alfombras, y hasta una silla de camello. Nos dejó incontables recuerdos y un entendimiento más profundo de aquella rica cultura e historia que tiene la India. Es difícil imaginar a ese país, tan sobrepoblado hoy en día, teniendo una gran dinastía lleno de riquezas y lujos. Jaipur, Jodhpur, y Pushkar nos llevaron más cerca a entender a su gente, sus costumbres, y la importancia de sus tradiciones. Rajasthan fue quizás mi lugar favorito dentro de la India. La historia y color de sus ciudades y la maravilla de sus ferias lo convirtieron en un lugar completamente inolvidable para mí.


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1 de abril de 2011

Peleas


Mi hermano y yo, probablemente peleando por el carro zapato

Es increíble cómo la manera de resolver desacuerdos y discusiones va cambiando a medida que uno crece. Cuando uno es pequeño todo tiene una solución sencilla y rápida, pero los adultos tenemos la tendencia de complicar las cosas y hacer todo más difícil. A veces por falta de honestidad, otras por falta de creatividad.

Las discusiones entre mi hermano y yo siempre era resueltas de la misma manera. Todo empezaba porque alguno de los dos quería algo (por ejemplo, sentarse en la ventana) y gritaba Me pido la ventana. Esa era la pauta para una discusión larga y compleja la cual continuaba con la respuesto del otro Pues yo me pido la pelota, a lo que el otro le decía Entonces yo me pido el Nintendo y así sucesivamente hasta que uno de los dos gritara Me pido ser Dios. Eso era lo único que mataba a los demás me pido, era como la sacar papel ante la piedra y ganarse todo. El que decía que se pedía ser Dios ganaba todas las cosas que estaban en la lista de me pidos. Ahora, ¿por qué nunca decíamos que nos pedíamos ser Dios de primero en la lista? No sé. Quizás era un reto ver hasta donde llegábamos sin pedirnos ser Dios. Era un método absurdo, pero siempre funcionaba; el que perdía no tenía derecho ni siquiera de picarse.

Por supuesto, a medida que uno va creciendo se va complicando la manera de resolver discusiones, sobretodo cuando nos toca que lidiar con personas fuera de nuestra familia. Yo no podía pasar demasiado tiempo peleada con mi hermano porque a la hora de la cena me iba a tocar sentarme al lado de él de todas formas. Sin embargo, con mis compañeritos era otra historia. El desacuerdo más común entre los niños llevaba a que el picado se llevara la única pelota del partido (que había llevado él), y que los demás niñitos se quedaran sin diversión, sin amigo y sin pelota. Afortunadamente, cuando uno es niño olvida las razones por las cuales uno se molesta rapidito. Basta con un par de perdones y darle la atención necesaria al picado, para que no pase mucho tiempo cuando ya estén los niños jugando con la pelota de nuevo.

El problema llega cuando somos adultos. Cuando crecemos nos enredamos nosotros mismos y no sabemos cómo resolver los problemas con los demás. Si bien es cierto que los problemas cuando uno es adulto son más serios que cuando uno es niño, al final son las mismas historias las que nos llevan a discutir. A veces queremos las mismas cosas, y en el mundo de los grandes no se vale pedirse ser Dios. A veces queremos cosas distintas que nos llevan a distanciarnos, y siempre hay uno que se lleva la pelota y acaba con la alegría del otro.

Desafortunadamente, los adultos no olvidamos las cosas tan fácil. Recordamos con rencor las cosas que nos hirieron. Todo sería mucho más fácil si pudiéramos ser honestos con nosotros mismos y con los demás. Hay veces que nos toca aceptar que, aunque queremos lo mismo, hay cosas que sencillamente no funcionan y hay momentos en los que tenemos que darle el paso a lo nuevo. Hay veces que tenemos que ser honestos con los demás. Tenemos que recordar que somos humanos, todos cometemos errores, y todos hemos herido a alguien; tanto a propósito como sin querer. Es difícil perdonar, y es difícil llegar a un acuerdo que deje a todos felices, pero hay veces que tenemos que intentarlo. Hay cosas que valen que lo intentemos.

Es cuestión de escuchar. Es cuestión de intentar de ponernos en la posición de la otra persona y tratar de comprender su punto de vista. Una cosa tan sencilla como ésa puede ayudarnos a solucionar un problema que de lo contrario no sabríamos como resolver. Quizás sería más fácil recordar cómo resolvíamos nuestras peleas cuando éramos pequeños para ver si así aprendemos a terminar con las discusiones y comenzar con la comprensión.