13 de diciembre de 2010

The Most Wonderful Time of the Year


Santa Fabi 1985

Una de las mejores épocas del año para mi siempre ha sido la Navidad. A pesar de vivir fuera de Venezuela durante muchos años, siempre fue un motivo para regresar y compartir con mi familia. Son muchas las costumbres que año tras año fueron ocurriendo y que poco a poco se convirtieron en tradición.

Por supuesto, cuando uno es niño la Navidad es básicamente sobre los regalos. Todo el año esperando por el famoso regalo del niño Jesús y los regalos de los tíos, primos, y amigos. Solo con tocar el empaque ya sabíamos si de verdad valía la pena abrirlo porque era un juguete. O si, por el contrario, no nos iba a interesar y lo podíamos dejar para después porque, indudablemente, era una franela más. En mi casa teníamos la costumbre de poner un zapato debajo del arbolito para que el Niño Jesús colocara debajo de él nuestro regalo mientras dormíamos. En la mañana corríamos al árbol a buscar nuestro zapato con una emoción indescriptible ansiosos por descubrir si nos habíamos portado lo suficiente bien como para recibir el regalo que habíamos pedido.


Haciendo hallacas 2009

Con el tiempo nos vamos dando cuenta que la navidad se trata menos sobre regalos y más sobre familia. Mi familia es muy particular (como todas) y está llena de personas cariñosas, buenas y especiales. Tengo la gran suerte de que mi familia por parte de papá y de mamá son prácticamente familia entre ellas y siempre celebramos las fiestas juntos. Es por eso que nuestras Navidades son extremadamente numerosas ya que, entre las abuelas, los tíos y los primos, somos más o menos 30 personas. Eso significa que son, aproximadamente ,15 regalos que cada uno de nosotros recibe durante la noche del 24 de diciembre. A estas alturas renunciamos a poner los regalos debajo del arbolito y optamos por subirlos en una mesa; ya no entran en ningún lado.

En años anteriores mi papá se disfrazaba de San Nicolás y aparecía en la noche para repartir los regalos. Con el tiempo se cansó. Esa labor ahora la heredamos 'los primos' y año tras año cambia el repartidor (sin traje de Santa). El problema es que tiene que haber alguien con voz suficiente para hablar por encima de 30 personas súper escandalosas. Es que mi familia es así. Sobrevive el que hable más fuerte o el que tenga la historia más interesante.


Repartiendo regalos

Mientras se reparten los regalos, está mi Tío Javier echando algún cuento por enésima vez. Mi Tía 'Lady Di' hablando sobre el matrimonio de alguna persona de la alcurnia, mi Tía Claudia peleando con algún primo porque no se calla, mi Tía Luza llorando por algún ausente, mi mamá tomando fotos con flashes disparándose sin parar, mi papá devolviendo regalos porque 'ya tiene muchas camisas' (o alguna excusa similar) mientras le dice a algúna tía que se va a caer de culo con el regalo que le compró, Cuchy (la mamá de mi mamá a la que, bajo ninguna circunstancia se le puede decir abuela) tomando un whiskicito, mi abuela Lucero (que es diabética) robándose un pite (una prueba) de algún chocolate a escondidas, y los niños gritando gracias por algún regalo esperando. Los papeles de regalo vuelan de un lado a otro hasta que quedamos hundidos en una montaña de caritas de Santa, bolsitas y cajas. Ahí es cuando todos empezamos a pelearnos por las bolsas de regalo que se pueden usar el año que viene.
Todo esto sucediendo a la vez durante las 3 horas que tardamos en repartir todos los regalos. Mientras tanto las hallacas caseras se están calentando en la cocina, las gaitas están sonando en el fondo y el hielo en el ponche que hace Cuchy o en el whiskicito se va derritiendo. Año tras año se repite más o menos la misma historia. Ésa es nuestra Navidad.


Navidad 2007 con mi abuela Lucero y Cuchy

La verdad es que la Navidad es más especial por quienes la componen que por las cosas que recibimos. Podríamos reunirnos toda la familia y repartir besos, abrazos y te quieros, y sería igual o quizás más especial. Pero también la navidad es una época en donde podemos agradecer a Dios por todas las cosas que nos ha dado durante un año de nuestras vidas. Agradecer que estamos juntos y que tenemos con quien contar. También es una época para dar; damos regalos en los que reconocemos a nuestros familiares y amigos y les demostramos lo importante que son para nosotros. Desde hace aproximadamente 4 años compartimos la tarde del 24 de diciembre con unos ancianos a los que les llevamos comida y regalos. Es gratificante compartir y dar a quienes necesitan de nosotros. Son esos pequeños detalles que ocurren durante esas semanas de diciembre que hacen que la Navidad sea para mi una de las mejores épocas del año.

Les deseo una Feliz Navidad con la gente que más los quiere!

25 de noviembre de 2010

India Parte III: A Big, Fat, Indian Wedding


Yo sentada entre los novios

Al poco tiempo de habernos mudado a New Delhi, tuvimos la oportunidad de experimentar una de las grandes tradiciones Hindúes: el matrimonio. En ésa época mi papá tenía un chofer (porque en la India si no tienes chofer no te puedes movilizar - el tráfico merece un post completo) cuya hija se casaba. El gran honor para un chofer que venía de una casta baja (es decir, de una clase social baja -- en la religión Hindú uno nace en su clase social y nunca puede salir de ella) era que su jefe, un gerente en una empresa petrolera, fuese a la fiesta de su hija. Por supuesto no dudamos ni un segundo en aceptar la invitación para así empaparnos un poco de la cultura Hindú.

Ese matrimonio fue un gran impacto para nosotros ya que era la primera gran demostración de lo contrastante y diferente que son nuestras culturas. Entramos a la ceremonia como unos inexpertos y salimos de ahí graduados en el tema. Al llegar a la fiesta, lo primero que nos sorprendió fue una gran procesión de músicos y bailarines en la calle que venían acercándose cada vez más a la recepción. Al indagar nos enteramos que eran familiares y amigos del novio que van por las calles aledañas al salón bailando y cantando, y de esa manera acompañando al novio a su gran llegada. La música y los bailes eran completamente diferentes a cualquier cosa que hubiese escuchado en mi vida. Era tocada por una especie de mariachis con turbantes que daban vueltas y alzaban las manos al igual que el resto de los invitados. Nuestro primer gran shock fue darnos cuenta de que el novio es el gran protagonista en este evento. En la entrada de la ceremonia, nombraban a los familiares masculinos, principalmente del novio, y les entregaban collares de flores; una especie de homenaje asumo yo que haber nacido hombres más que por cualquier otra cosa. Para nuestra sorpresa, el novio llegó al evento con una máscara que le tapaba la cara completamente. Entonces vino nuestro segundo gran shock cuando nos explicaron que estábamos presenciando un matrimonio arreglado y que los novios aún no se conocían.


El novio llegando a la ceremonia con una máscara cubriendo su cara

Básicamente la historia es la siguiente: la familia de la novia coloca un aviso en el periódico que dice algo como Caso a mi hija. Es buena cocinera, limpia bien, buena muchacha, súper chévere. La familia del novio contacta al padre de la novia y se negocia un precio el cual el padre de la novia debe pagar al del novio para comprar un esposo para su hija. Este pago se realiza con un dote o dowry que el padre ha estado ahorrando desde el día que ella nació. Al terminar la negociación, la pareja va por separado a verse con una persona que realiza quiromancia (lectura de la mano) y así se comprueba si son realmente compatibles. En ese caso se procede con la ceremonia matrimonial en donde se conocerán por primera vez. Luego de una corta luna de miel, la ahora esposa se va a trabajar donde su suegra como empleada durante unos meses. Es el momento en el cual la suegra se desquita por las maldades que en algún momento le hizo su suegra a ella; de esa manera pone a su nueva nuera a hacerle masajes en los pies todos los días y a realizar los más cochinos trabajos de limpieza. ¿Simpático eso de los matrimonios arreglados no?

La ceremonia comienza cuando el novio entra al salón y se consigue con su futura esposa por primera vez. Los paran cara a cara y el purohit (cura) recita varios mantras y habla sobre el significado del matrimonio mientras le quitan la máscara al novio y por primera vez la pareja se mira a los ojos. Luego se colocan el uno al otro un inmenso collar de flores que simboliza lo que para nosotros el intercambio de anillos: una alianza. La verdad, nosotros no entendíamos nada porque todo era en hindi, pero estábamos fascinados observando el proceso. A pesar de ser un momento muy emotivo, la cara de éstos novios en particular era de total seriedad. Imagínense, se están viendo por primera vez y son, en ése momento, marido y mujer. Seguramente nada fácil de digerir para ninguno de los dos, por más que sea parte de su cultura.

Quizás lo más curioso de todo es que al finalizar la ceremonia, sientan a los novios en un altar y sube la gente a felicitarlos y darles regalos. Nosotros, siendo un poco inexpertos en el tema, llevamos un sobre con dinero como obsequio; cosa que se acostumbra hacer mucho en nuestra cultura. Lo que no sabíamos es que los regalos monetarios en verdad van al padre de la novia para ayudarlo a recuperar su inversión. Durante horas están los novios sentados en su altar, sin cruzar ni una palabra, recibiendo la felicitación y abrazo de los invitados. Al finalizar la fiesta y ceremonia, los nuevos esposos se retiran a su cuarto en donde, para romper el hielo, el novio debe buscar su nombre que está escrito en hena, escondido en los brazos de su nueva esposa.

Salimos de aquella fiesta sorprendidos de lo diferentes que son nuestras culturas. Ahí descubrí por primera vez que nuestras formas de ver el mundo son completamente diferentes. No dudo que para ellos intercambiar anillos en una iglesia es igual de extraño que para nosotros la manera en que ellos hacen su ceremonia. Debo aclarar que no todas las bodas en la India son arregladas, y que cada ceremonia varía dependiendo de cada tradición familiar por lo que no todas son como la que nosotros atendimos.

Un aviso en un periódico, un anillo de diamantes, hena en los brazos, un vestido blanco, un cura o un purohit; son maneras de celebrar el matrimonio muy contrastantes y diferentes. Cada una viene acompañada de tradiciones y valores que nos enriquecen y nos hacen genuinos. Pero ésas diferencias también nos muestran que en el fondo somos todos iguales. Todos vivimos nuestras vidas buscando lo mismo: amor. Todos queremos amar y ser amados, una compañía que camine siempre a nuestro lado y una persona que presencie nuestra vida.



Aquí les dejo un clip de la ceremonia y el momento en el que subí a sentarme entre los novios. Es interesante ver la cara de los dos (completamente seria) durante toda la filmación.


22 de noviembre de 2010

Diez Mantras Paternos que le Arruinan la Convivencia a los Hijos



Este post es parte del libro de Toto Aguerrevere "Cuentos de Sobremesa"basado en los escritos de su blog Conversations Overheard at the Mad Hatter's Tea Party recomendadísimo el blog y el libro! Aunque no es mi cuento, podría serlo ya que sí, es algo que también Aprendí en el Bosque. Disfrútenlo y compren su libro en Tecniciencias!

Por cierto me identifico con todos, incontables veces oí a mi mamá y mi papá decir probablemente cada una de las cosas en ésa lista. Creo que a los papás les insertan un chip con frases qué decirles a sus hijos para regañarlos en el momento en que nacemos. Probablemente el día que yo tenga hijos, a mi también me insertaran el mismo chip.

Diez Mantras Paternos que le Arruinan la Convivencia a los Hijos

1. Atiendeeeeee: Miren, la última vez que uno atendió el teléfono de la casa era un señor cobrando una factura que Ustedes no pagaron. La penúltima vez, era su mejor amiga que llamaba para ver cómo le había ido a Ustedes en el dentista. Llamada, por cierto, ilógica. La antepenúltima vez era el señor colombiano que le cobra no se qué cosa a Josefa cada quincena y las demás cien mil veces era la abuela inoportuna. Uno no atiende el teléfono porque le da fastidio. La razón es que siempre, siempre, siempre es para Ustedes. Lo mejor es cuando están en la parte de arriba de la casa y empiezan a gritar “atiendeeeeeeeee” como hienas y en eco. La respuesta “si no es para mí” se dice con bastaaante cariño y paciencia. La frase “Mamáaaaaaaaaaa, agarra el teléfono” tiene toda la connotación de odio que se merece por obligarnos a pararnos del sofá sin razón alguna.

2) Es que tú no colaboras: Esta frase es consecuencia de una orden anterior estilo “ayúdame a poner la mesa” Por lo general, dado que ninguno de Ustedes parió soldados de Buckingham, nosotros estamos haciendo algo en el momento en que lanzan la orden. Sí, es completamente inoportuna pero uno tiene la decencia de quedarse callado, terminar rapidito lo que está haciendo y bajar a poner la mesa. Pero que pase un milisegundo, para que ya empiecen con el cuentico del egoísmo por la falta de colaboración. Ya vaaaaa. Sabemos que lo tenemos que hacer, y no va a ser en media hora. Es en tres minutos y medio. Pero que pasen diez segundos sin reacción. Pasamos de ser hijos pródigos a hijos que no lavan ni prestan la batea.

3) No es No, 'Ene O', No: Llega un momento en toda vida de hijo en que nos rendimos a la hora de preguntar si podemos hacer algo o no. Lo hacemos y punto. Porque la verdad, nos dijeron tanto que no, que tuvimos que hacerlo igualito para poder tener una vida social que no nos llevase a ser ermitaños y terminar aniquilándolos como Anthony Perkins en Psicosis. El “no puedes” adolescente se tornó en un “no me parece” en la vida adulta. Eso, lo hacen los padres que emplean psicología autoritaria. Los que tratan de sacar remordimiento utilizan “¿Pero por qué vas a salir? Mejor no salgas, quédate hoy.” Pero lo peor, para que lo sepan, es cuando juran que somos analfabetos y comienzan a deletrear la palabra “no”. Provoca responderles: “Muy bien. Ahora deletrea la palabra ‘impermeabilización’.”

4) Esto no es un hotel: Amamos cuando se disfrazan de Concierge para entrar a nuestros cuartos a una hora donde ni los pájaros se han levantado. Como si les diese rabia que otra persona pueda dormir más que Ustedes en un domingo de Ramos. Es tremendamente antipático encerrarnos para que no entren o poner una señal de “Do Not Disturb” , porque la verdad es que es su casa y nos dan un time-sharing gratis. Pero uno pensaría que tener la decencia de subir las escaleras a las cuatro de la mañana, cual ratero rascado disfrazado de mimo Ninja para no despertar a nadie, sería un servicio social comunitario en su beneficio. Craso error. Que Ustedes desayunen o almuercen sin nuestra presencia es pecado mortal. Como si volver a calentar un pasticho fuese una tragedia china.

5) Pon eso en un platico. Uno entiende que las mamás están demasiado orgullosas de sus vajillas de “cuando yo me casé”. Que se puede ir el marido, la señora de servicio, el loro y los hijos pero esa vajilla permanece intacta y custodiada bajo siete llaves. También entendemos que esa vajilla tiene una serie de platos, semi platos, excusas de platos, platones, platitos y plátanos que conforman un todo del cual, francamente, jamás sabremos cuál es el de la ensalada. Pero mamá, vamos, es domingo, diez de la noche y me hice un sanduchito de queso y no lo derretí porque me dio flojera. ¿Por qué diantres tengo que dármelas de cena presidencial y ponerlo en un platico cuando me lo estoy comiendo como si estuviese en una cantina? Igualito con el individual. Un pedazo de trapo en cien mil variedades que hay que poner, porque si no las constelaciones se juntan y el arca de Noé nos deja chapoteando. Dale pues, el Pirulín me lo como en un platico. Y aún así, siempre va a ser: "No vale chico, ¡en ese platico no!"

6) ¿Y con qué culo se sienta la cucaracha? Ahhhhh, el sórdido tema de la moneda. La verdad es que pedirles plata a Ustedes es un proceso que si supieran. Hay que agarrarlos cuando están felices, entonados, ocupados o dormidos. Basta que estén en un momento lúcido para que nos salgan con este criollismo. Admitimos, hasta ahora no ha habido un hijo estilo Sheldon Cooper para ponerse a hablar de la cucaracha con Ustedes. Porque eso es lo que se merecen, una cátedra cucarachera por venirnos a salir con semejante frase. ¡Y que Dios nos libre que un hijo encuentre el árbol sagrado! Ese mítico árbol al que se refieren Ustedes cada vez que preguntan "¿y tú crees que yo tengo una mata de dinero en el jardín?" No estamos buscando desfalcarlos pero que nos salgan con eso, cuando uno lo que está pidiendo es un miserable billetico de Luisa Cáceres de Arismendi mientras llega al cajero, solo comprueba que Ustedes tenían unos papás pichírrisimos.

7) Es que tú no cuidas las cosas: Esto se toma como un insulto personal. Un hijo que les enseñó a jugar Nintendo, a prender un DVD, a cambiar de canal con el control remoto y a decirles que Hotmail no era una página pornográfica, se merece más respeto. No chocamos, nos chocaron. Hay una diferencia enorme. Dígannos cuando perdemos la cartera. Eso da pie para que se disfracen de emperadores del mal presagio. Sólo porque pusimos la cartera en el comedor y se nos olvidó, ya da pie para que salgan con todo un drama que hay que mandar a cancelar las tarjetas, la cédula y cien mil documentos. Que se les pierda a Ustedes los anteojos. Cosa que por cierto, jamás es una afirmación. Siempre hay una presunción de robo: “¿Quién me quitó mis anteojos?” Nota: el 99.9% de las veces que claman que les robamos los anteojos, los tienen encima de la cabeza. Pero admitimos que es cuchi cuando responden “aquí ‘tan”.

8) Esta es mi casa: ¡Como les gusta jugar al Señor Presidente! Nosotros les respetamos la frase porque sabemos, desde muy temprana edad cuando nos prohibieron jugar en el salón, que somos unos invasores. Que tuvimos que perder todo el pudor gracias al temita de “no te encierres con llave” y que “bájame el perro del sofá” aplica para todo el mundo menos cuando a Ustedes les da por cariño perruno. Entendemos que podemos dejar regada la moralidad, la virginidad y las buenas costumbres pero que dejemos tirado un zapato es visto como una ofensa personal al orden del Cosmos. Ésta la perdonamos, porque es chévere jugar al Estado. La perdonamos porque cuando nos mudemos de la casa, vamos a mandar a VTV el video en donde salen Ustedes gritando “¡No Volverán!” Que quede constancia, cuando sean unos chochos y vengan a pedir cacao que quieren que nos volvamos a mudar con Ustedes.

9) Así tú no sales: Explicarles la moda a Ustedes es difícil. Hay padres que lo han entendido. De esos nos burlamos. Sobre todo, las mamás que decidieron que era chic ponerse leggins igualitos a los de sus hijas de dieciséis. Faux pas. Pero llegamos nosotros, que no sabemos nada del mundo, a salir con un blue jean con un hueco y una franela raída y Ustedes se lanzan una de Joan Rivers en Fashion Police. ¿Qué pasó? Nadie se ha metido con el hecho que Ustedes se ponen los pantalones brincaposos o que dejan la marca de la pintura de labio en el pitillo. Nadie. Se les quiere precisamente por no tener fashion sense alguno y salen de dictadores a decir “así tú no sales”. Bueno, por lo menos no son esas mamás que andan por la vida diciendo que uno se tiene que poner interiores decentes, no vaya a ser que tenga un accidente ho-rren-do y el médico en la clínica nos vea con malos ojos. ESA sí es la profecía del desastre.

10) Si sigues así no vas a llegar ni a los treinta: Nos encanta que siempre nos dijeron cosas como “si quieres ser bailarín de Venevisión, échale plomo pero sé el mejor”. Esa frase nos asustó de por vida, razón por la cual hoy somos unos marginados detrás de una computadora con un cargo ilógico de “Analista”. Pero se pasan. Sólo porque nos quedamos dormidos UNA SOLA VEZ, o porque nos gusta echarnos el traguito después de la oficina, no nos hace merecedores del foso donde a veces nos meten. Como cuando nos sacan en cara su propia biografía en Wikipedia: “Cuando yo tenía tu edad, ya tenía a mis tres hijos, mi casa y enterrado dos perros”. ¿Qué psicología del desastre es esa? Esa comparación no puede hacerse por una sola razón: todos Ustedes estaban de farra cuando pasó el 4,30. Nosotros, los herederos de las malas consecuencias. Es lógico que nos queramos echar un palo. ¡Nos legaron un mundo horrible que se les fue de las manos!

19 de noviembre de 2010

La Evidencia

Aquí queda la evidencia de mi Post anterior (y para que quede claro que yo no soy la única con acentos enredados). El de la izquierda es mi hermano (que aunque no lo crean, es venezolano jaja), el de la derecha un amigo de él del colegio (Eduardo) y la voz que se oye de fondo sí soy yo. Por supuesto, esto fue en España. Disfruténlo!!




Españoletos

Y yo y que ¿quéeee?


Video de César Muñoz - Cantando como todo un caraqueño - No lo dejen de ver, se van a reir!

Una de las cosas más complicadas de criarse en varios países es aprender a encontrar una propia identidad verbal. No es fácil adaptarse a un acento específico cuando estás rodeado de tantos acentos; los cuales además cambian cada 2 años. Mi primer idioma, por supuesto, fue el español, sin embargo, el acento no lo tenía muy claro. Aunque mis papás se fueron de Gochilandia hace muchos años, todavía tienen un acento gocho (sobretodo mi mamá); y es que es un acento difícil de quitar. Cuando uno crece escuchando ese acento en su casa todos los días, es inevitable que uno también termine hablando gocho. Esto fue así para mi a pesar de que nunca he vivido en Gochilandia.

La verdad es que mi acento variaba dependiendo de la persona con la cual estaba hablando. Si por ejemplo estaba en Caracas, mi acento era un gocho-caraqueño. Si estaba en España, era un españoleto-gocho, y, por supuesto, cuando iba a Gochilandia, el acento gocho salía a su máximo esplendor. Se desaparecía del todo la palabra de mi vocabulario y era reemplazada siempre por el usted. Y es que ése ha sido un dilema por el cual he pasado durante toda mi vida. Nunca he tomado una decisión consciente de cambiar mi acento, más bien ha sido como un switche que se pasa dentro de mí y que simplemente no puedo controlar. Hoy en día mi acento se mantiene bastante firme en un caraqueño gochificado, claro está que depende con quien estoy hablando. Cuando mis amigos durante el bachillerato me visitaban a mi casa, yo la rogaba a mi mamá que no me hablara para que no se me saliera el acento gocho delante de ellos. Y es que para mí es imposible hablar caraqueño con mi mamá o gocho con mis amigos caraqueños. Sencillamente no me sale el acento, es como si no supiera de su existencia.

Cuando me mudé a Miami decidí que tenía que hacer todo mi esfuerzo por controlar mis cambios de acentos. Miami es una ciudad compuesta principalmente por cubanos, colombianos, argentinos, ecuatorianos y venezolanos, y temía por el acento que quedaría si me dejaba influenciar. Es por eso que cuando me fui a Miami exageré el acento venezolano (principalmente el caraqueño) para asegurarme de no perderlo. Mis oraciones estaban compuestas por chama, osea, demasiado, burda, x, y por supuesto (aunque lamentable) el dulcísimo marica.

Sin embargo, lo más gracioso y particular de Miami no fue mantener el acento, sino conseguir la forma de entendernos entre personas de varios países sin que se prestaran a confusión las palabras. Más de una vez fue precisamente ésto lo que ocurrió. Con el tiempo aprendí que no se puede decir arrecho en frente de un colombiano, y que debo tener especial precaución cuando ellos dicen que se comieron a una vieja. En varios países las chichis son lo que para los venezolanos las lolas; y dependiendo del país, una mujer es catira, mona, rubia o loira.

En definitiva, el idioma y los acentos son unas de las cosas más enredadas para una persona que crece como crecí yo. Uno creería que es fácil definir un acento y una manera de hablar, pero cuando desde pequeño estás oyendo tantos coloquialismos y acentos diferentes, definitivamente cuesta mantener una identidad verbal.



Entre venezolanos, colombianos y ecuatorianos en Miami

9 de noviembre de 2010

Mi Secreto



Creo fírmemente en el poder de la mente y cómo puede afectar nuestra vida. Siempre me he considerado una persona muy positiva, pues trato de verle el lado bueno a todo. Probablemente esto lo heredé que heredé de mi mamá ya que es una de las personas más positivas que conozco, y por lo tanto, alguien que (Gracias a Dios) está siempre rodeada de cosas buenas.

Confieso que esto de ser positiva lo empecé a aplicar conscientemente apenas hace unos pocos años. Vivía aún en Miami cuando escuché a Oprah hablar por primera vez sobre El Secreto. Un libro de culto que terminé comprando y leyendo atentamente. Básicamente, el secreto es que la clave del éxito es ser positivo para así atraer las cosas que más queremos a nuestras vidas. La verdad, al principio me pareció medio ridículo el asunto ¿se supone que tengo que pensar que algo bueno me va a pasar y luego debo esperarlo de brazos cruzados? Eso sonaba demasiado fácil. Mi opinión cambió ligeramente cuando me empecé a fijar en la gente negativa. La gente que siempre espera que algo malo les va a pasar es como un imán ya que siempre les pasa lo peor. Ahí fue cuando decidí que no tenía nada que perder y empecé a aplicar el famoso secreto.

El secreto me funcionó en muchos sentidos. Empecé a ser más positiva y cosas buenas empezaron a sucederme. Nada fuera de este mundo, pero sí algunas significativas. Un anécdota gracioso de algo que me ocurrió empezó cuando me regresé a Caracas de Miami. Estaba trabajando en una agencia de publicidad (Leo Burnett) y a punto de participar en un concurso que hace ANDA (Asociación de Anunciantes de Venezuela) todos los años para jóvenes creativos. El ganador de éste concurso es enviado a Francia para participar en el Young Creatives del prestigioso festival de Cannes. Tratando de seguir la onda de ser positiva, coloqué una foto en mi cuarto de mi compañero de trabajo (Julián) y yo cargando un León de Cannes en las manos. Esto no me ayudó para nada ya que no me gané el premio de Jóvenes Creativos y no fui a Cannes. Sin embargo, la foto se quedó en mi pared por meses ya que se me olvidó quitarla.

La gran sorpresa ocurrió este año cuando ése mismo compañero ganó el concurso de Jóvenes Creativos para luego irse a Cannes en donde también ganó un León en el festival (el primero en la historia de Venezuela). Por supuesto, sería una locura que yo me diera crédito y dijera que el Cannes se lo ganó gracias a mi foto. Julián es un brillante creativo venezolano que trabajó mucho para llegar a Francia y se lo tenía bien merecido. Esto no quita que cuando me conseguí a mis antiguos compañeros de trabajo todos se rieran y bromearan diciendo que yo tenía una foto de Julián con un León de Cannes en mi pared y por eso había ganado. Estoy empezando a considerar seriamente poner fotos de amigos mios con premios en sus manos en mi pared y cobrarles si llegan a ganar.

La verdad es que es muy fácil sentarme aquí y escribir sobre lo maravilloso que es ser positivo, pero otra cosa completamente diferente es aplicarlo. Si algo no he aprendido en ningún bosque es a ser paciente. He tratado y sí considero que he mejorado muchísimo, pero muchas veces me desespero porque quiero que todo sea para ayer. Heredé lo de dar vueltas en la cama durante la noche sin dormir, preocupada de que todo salga bien; y es algo que difícilmente dejaré de hacer. Creo que el miedo muchas veces se apodera de nosotros y por más que tratemos de ser positivos, no podemos evitar las dudas que sentimos en el fondo de nuestros corazones. En momentos así trato de recordarme de que todo saldrá bien, de que las cosas pasan por algo y todo llega en su momento. El tiempo de Dios es perfecto.

Aún con mis momentos de dudas trato de mantenerme positiva. Todas las días rezo una oración que yo misma creé en la que doy gracias a Dios por lo que tengo y por lo que aún no tengo pero sé que con esfuerzo y suerte, lograré. Todo esto me ayuda a estar centrada y esperar siempre lo mejor de la vida. Con el tiempo me dí cuenta de que (para mi por lo menos) no se trata de ser positivo y de cruzarse los brazos a esperar. Mi secreto se trata de estar abierto a lo bueno que tiene la vida. Se trata de tener fe de que todo va a salir bien. Sobretodo se trata de trabajar y esforzarse para que todo funcione a nuestro favor. Despertarse cada mañana sabiendo que el día está lleno de posibilidades y oportunidades y que todo lo bueno puede pasar.

5 de noviembre de 2010

Connecting the Dots



Este es uno de los discursos que más me ha impactado y me ha gustado ver. Lo subo porque se los recomiendo 100% y está un poco atado a mi más reciente post: Decir Adiós. Y es que en definitiva, uno no sabe las vueltas que da la vida. Muchas veces vemos una puerta cerrarse y no entendemos por qué nos está pasando. Maldecimos y nos lamentamos porque sentimos que nada pasa como queremos que pase. La verdad es que la vida es mucho más complicada que éso.


Creo fírmemente en lo que dice Steve (así le digo porque no nos caigamos a cuentos, el tipo es pana) sobre conectar puntos. En algún momento, todo tendrá sentido. Cada experiencia, buena o mala, tarde o temprano nos dará alguna lección importante. Al final, los puntos se conectarán y nos llevarán exactamente a dónde tenemos que estar.

Decir Adiós

Luego de nuestra despedida en Caracas, vía España

Para muchos es difícil imaginarse una vida en la que cada 2 años te estás mudando de ciudad en ciudad. Para nosotros era una aventura, una oportunidad de conocer el mundo, de expandir nuestros horizontes y de vivir nuevas experiencias. Cuando naces viviendo una vida de nómada, te acostumbras a estar en un constante estado de cambio. Se puede decir que crecer así me ha cambiado de muchas formas, y es quizás por eso que no le tengo miedo al cambio (...bueno, no del todo). A pesar de esto, no fue fácil decir adiós a cada experiencia que vivimos.


Al principio era sencillo, yo estaba pequeña y no entendía lo que ocurría. La primera vez que me afectó decir adiós fue cuando nos mudamos de España. Confieso que no recuerdo mi despedida de mis amigos. Sí recuerdo extrañarlos después al vivir en Estados Unidos. Lo que siempre recordaré fue la despedida de mi hermano y sus amigos en Madrid. A él le pegó mucho más esa mudanza y no olvidaré verlo llorar y abrazarse con sus amigos del colegio. Quizás es porque él era mayor que yo y entendía lo que sucedía más que una niña de 7 añitos. A lo mejor porque yo siempre he sido más independiente y un tanto antiparabólica (es decir, en mi mundo), pero sé que para él fue más difícil. Con el tiempo se fue convirtiendo menos fácil para mi también. Creo que quizás depende del nivel de cercanía que uno tiene con una persona. Hay amigos que uno quiere con el alma, hay otros que no pasan de ser simplemente un amigo.


Despedida del Colegio Campo Alegre

La verdad, saber que al llegar a algún sitio llegaría eventualmente el día en que nos iríamos de él, nunca nos detuvo acercarnos a la gente. Quizás muchas veces era inocencia de pensar de que aunque nos fuéramos, algún día nos volveríamos a ver. En la mayoría de los casos no fue así. En ésa época no existía el Facebook para ayudar a mantener el contacto. Y hoy en día, aunque muchos estén en mi lista de Friends del mismo, el tiempo hizo efecto y cada quién creció y se convirtió en otra persona. En muchos casos nos convertimos en completos extraños. Aunque sí debo decir que hay amistades que ni el tiempo, ni la falta de contacto hacen que cambien. Hay veces que tenemos conexiones tan profundas que no hay manera de que esos lazos se puedan romper.

A medida que fui creciendo, las despedidas se convirtieron más difíciles (por supuesto, es inevitable). Probablemente la más fuerte fue mi mudanza a Miami para irme a estudiar la universidad. Fue una mezcla de circunstancias que hicieron que ésa vez fuese la más triste de todas. Por una lado, era dejar a mi Venezuela una vez más. Por otro, irme de la casa dejar el nest egg de mis papás y ser independiente. Por último, era dejar a mi novio del cuál estaba muy enamorada. En el momento, fue extremadamente difícil vivir una realidad la cual yo no estaba lista para aceptar. Pero la vida te sorprende, porque al final, regresé a mi Venezuela (aquí estoy), mis papás se mudaron a Miami y pude compartir y vivir con ellos durante 3 años más; y hoy, casi 9 años después (en verdad, 8 años después de aquella despedida), sigo con aquel novio del cuál todavía estoy muy enamorada. Me supongo que la vida nos da sorpresas y en definitiva nunca sabemos qué camino está delante de nosotros.

Y es que precisamente es eso lo que pienso que hace más complicado despedirse. Es la incertidumbre de hacia adónde nos llevarán los caminos de la vida. El miedo de que si nos volveremos a ver. La tristeza de partir por culpa de un país que se cae a pedazos. Lo difícil que es cerrar una etapa de nuestra vida. Es aceptar que cada uno agarra un rumbo nuevo hacia otros horizontes.

Con el tiempo he aprendido que cada despedida realmente significa un nuevo comienzo. Cada hasta luego viene acompañado de una nueva bienvenida. Por cada puerta que se cierra, se abren mil puertas más. Cada vez que decimos adiós nos acompañan nuevas oportunidades, posibilidades, experiencias y un camino incierto listo para enseñarnos lecciones que definirán el resto de nuestras vidas. Y es por eso que, sin dejar difícil, tenemos que agradecer cada despedida y verla como un comienzo. Una nueva oportunidad de crecer, madurar, aprender y vivir. Eso sí, nunca dejando atrás las lecciones que nos trajo nuestra última despedida.

29 de octubre de 2010

En Una Noche Tan Linda


Miss Universo Alicia Machado

Sin importar en qué parte del mundo estábamos, año tras año jamás nos perdíamos el Miss Universo. Era (y sigue siendo) un orgullo que nuestra Miss entrara entre las finalistas en el certamen. Recuerdo bien el año en que ganó Alicia Machado nosotros estábamos viviendo en la India. La satisfacción de llegar al colegio y decir que la venezolana había ganado, no tuvo precio. Lamentándolo mucho rara vez tuvimos la oportunidad de ver el magno evento de la belleza venezolana estando fuera del país. Hoy en día lo transmiten en 700 países con 423 traducciones diferentes. En ésa época ni nos enterábamos qué había pasado ni quién había ganado.

Para mí, una de las cosas que nos hacen ser más venezolanos es el Miss Venezuela. No hay niña que de pequeña no quiere ser Miss cuando crezca. Esto viene siempre alimentado de los comentarios de las tías y las amigas de las mamás que les dicen cuando las ven Ay! pero que niña tan linda! Cuando seas grande vas a ser Miss! Esto desde los 2 años. De tantas veces que nos lo repiten, todas nos lo creemos. Yo de pequeña decidí que como no había nacido en Venezuela sería Miss Brasil, y listo, ahí solucionaba todo.


De 14 años en Rita's (no puedo creer que estoy poniendo ésta foto)

Anoche viendo el Miss me dí cuenta de que jamás hubiese podido cumplir mi sueño de infancia. Mis papás intentaron hacer lo posible para volverme más agraciada metiéndome en una academia de modelaje a los 14 años (esa historia amerita una entrada de blog completa por lo ridiculo del asunto), pero qué va, ni que hubiese medido 1.89 sería posible verme ahí caminando por esa pasarela (todos los que me conocen saben que hubiese terminado en el piso). A pesar de que es una excelente oportunidad para las participantes (yo sé, sueno como Sandra Bullock en Miss Congeniality: 'It’s a scholarship program'), yo no sé como hacen esas muchachas para andar semi-desnudas, paradas frente a miles de personas sabiendo que están siendo juzgadas por todo. Que si está muy gorda, que si la nariz fea, que si es bruta.

Además cuando llega la hora de las preguntas, hay que entender los nervios. Primero hay una historia de misses que no han sido muy agraciadas que digamos respondiendo sus preguntas. Digan lo que digan, eso pesa. Segundo, la confusión de que si tienen que saludar y decir Buenas noches Poliedro de Caracas (¿o será Palacio de los Eventos?). Eso solito las enreda porque si vienes con un guión en mente no hay manera de que te salga natural y fluída la respuesta. Para más colmo las preguntas que hacen todos los años son cada vez peores. A mí me preguntan a quién quiero conocer vivo o muerto, tengo que pasar como 1 hora pensándolo. La respuesta políticamente correcta siempre será Jesús o el Papa. Yo quisiera ver algún día una Miss responder algo así como Marylin Monroe. Ese día me paro y le aplaudo por ser sincera.

Los jueces cada año son más extraños. Todos sabemos que Osmel es que decide la ganadora. Tan obvio es que llevan cuatro años poniendo a la ganadora vestida de Gionni Straccia. Ya últimamente cuando dicen que el vestido de tul con organza de seda con detalles pétalos de amor y lágrimas de un cisne al nacer es de Gionni, ya sé de una vez que ésa es la nueva Miss Venezuela. Los jueces están ahí para disimular, para pararse y saludar al público. Además están para presentar al resto de la sociedad que no las conoce a las aclamadísimas Damas de la Sociedad. Lo más importante, están para que Maite pueda repetir una y otra vez Aplaaaausos!

Lo maravilloso de la técnología es que antes nos tocaba sentarnos en casa a reírnos, burlarnos y llorar el Miss Venezuela con las pocas personas que nos acompañaban. Ahora podemos comentarlo con el mundo entero a través del twitter. Reírnos de Kiara Gaga juntos y cuestionarnos año tras año cuándo será el día en que Venevisión deje a los músicos cantar en vivo.

Y es que, para mal o para bien, el Miss Venezuela se ha convertido prácticamente en el deporte nacional del país. Es más, estoy convencida de que En una noche tan linda como ésta debería ser considerada patrimonio nacional. Venevisión puede disfrazarlo como sea, pero la nueva melodía nunca le llegará ni a los tobillos a la vieja. Todo gracias a que durante todos estos años el canal se estaba robando la canción y cuando los descubrieron no quisieron pagar los derechos de autor. Yo exijo que nos devuelvan nuestro tema original!

El Miss Venezuela es una parte de nuestra cultura y de nuestra identidad. Es la noche del año en la que todos nos olvidamos de partidos políticos, de que si somos Caraquistas o Magallaneros, de peleas familiares, o cachos de los novios. Es la noche en donde todos nos sentamos a ver, criticar, y burlarnos de las misses. Pero también es la noche donde decimos Ay chica pero que vestido tan hermoso y al final, aplaudimos a la ganadora. Meses después cuando llega el Miss Universo para nosotros es el equivalente al Premio Nóbel de la Paz o como si Venezuela estuviése clasificando para la final de un Mundial de Fútbol. Cuando la nuestra resulta ganadora, Las Mercedes se tranca, la gente celebra, nos abrazamos y somos hermanos todos de nuevo. Por eso la cultura del Miss Venezuela, aunque sea completamente banal, es una de las cosas que más amo de nuestro país.

27 de octubre de 2010

La Venezuela que yo quiero


En mi graduación de la universidad 2006

Como casi todas las personas de mi generación, antes no entendía ni me importaba la política. La verdad, cuando uno es niño, en lo que menos está pensando es en eso. Viviendo en Caracas de pequeña, nos llevaron en varias oportunidades con el colegio a la Asamblea Nacional. Como la mayoría de mis compañeritos, lo que más me emocionaba no era el lugar donde se hacían las leyes, sino tener un día fuera de el colegio. Durante el Golpe de Estado de 1992 casualmente estábamos en Gochilandia, por lo cual no viví el caos que estaba ocurriendo en Caracas. Sin embargo, cuando regresamos a casa, descubrimos que una bala había roto la ventana de nuestra sala, y se había enterrado en la pared. En ese momento, no me imaginaba lo que aquel hecho histórico desencadenaría años después, y cómo el mismo cambiaría por siempre mi vida.

Cuando llegaron las elecciones de 1998, todavía no me interesaba mucho la política. Aunque estaba más grande y podía entender lo que estaba pasando, realmente tenía otras prioridades en mi vida, como cualquier típica niña de 14 años. Toda mi vida había querido estudiar la universidad en Venezuela. Legalmente era extremadamente complicado estudiar una carrera universitaria en este país al graduarse de un colegio americano. Por esa razón, precisamente en el año ’98, me cambié a un colegio venezolano (El Peñón). Años después cuando llegó la hora de graduarme de bachillerato, me vi enfrentada a la irónica situación de tener que irme del país. Era el año 2002 y, gracias a la entrada de Chávez al poder, el país parecía estar encaminado por una vía incierta. Al final, hice mis maletas y me fui a estudiar a la Universidad de Miami (UM). Para ese momento, la política había entrado a mi vida por completo y estaba afectado mis decisiones.

Aún desde el exterior, traté mantenerme activa en cuestión de política venezolana. Fundé UNIVEN, una organización para estudiantes venezolanos en UM, e hicimos varios eventos pequeños en los que llevamos a diferentes personas a hablar sobre la situación política de Venezuela. A pesar de no estar de acuerdo con la política de Chávez, considero que jamás he sido una persona radical. Por mi propia naturaleza como persona, me cuesta demasiado criticar algo sin primero intentar ver el otro punto de vista y tratar de entenderlo. Pienso que siempre es importante tener opiniones de los dos lados y estar consciente que existen varias versiones de la verdad.

Ese pensamiento se fundó en mí aún más después de aquel devastador resultado luego del Referéndum Revocatorio. Ahí comprendí que no estaba viendo la historia completa. De alguna forma me sentí engañada, porque la realidad es que, fraude o no, la oposición en ese momento no era mayoría. A partir de ahí los eventos que hicimos con UNIVEN fueron un poco más equilibrados, tratando de mostrar las dos caras de la moneda. Llevamos a un político de la Florida a dar una charla sobre lo que él había visto errado y sospechoso en esas elecciones. Pero por otro lado, también invitamos a un miembro del Centro Carter a contar su perspectiva sobre lo que él había visto como observador internacional. Era importante para mí que la gente se informara y viera los dos lados logrando que cada uno formara su propia opinión. Todo esto fue causando que, aunque no compartiera ciertas opiniones, tuviese la capacidad de escuchar ambas posiciones.

Lamentándolo mucho la situación en la que vivimos actualmente ha creado mucho odio entre los venezolanos. Mi mensaje al final de todo esto, es que eso no puede continuar. Nosotros tenemos que abrir los ojos y ver las cosas por como son. Hay que conciliar y conseguir una manera de dialogar. No puede ser que exista tanta intolerancia. Cada vez que oigo a alguien de la oposición o del chavismo insultar, o tratar de una manera despectiva al otro bando me llena de una profunda tristeza. Tenemos que entendernos y comprender el punto de vista del otro para que esto no ocurra más.

Hace unos meses recibí unos insultos de una persona adepta al gobierno. Mi respuesta hacia él fue que no existía razón por la cual él debía tratarme así. Al final, soy una persona más con sentimientos y nadie tiene derecho a menospreciarme. Le dije que si él quería convencerme de que yo estaba equivocada, entonces que me enseñara y me explicara por qué era ese el caso. Que sólo educando y dialogando podemos llegar a entendernos. Y es que así debe ser. No podemos convencer a nadie de que tenemos la razón si estamos cegados a los argumentos por los cuales ellos creen que están en lo correcto. Debemos ser inclusivos y dejar de atacar. Que el presidente hable con odio no nos da derecho a nosotros a hablar de la misma manera. Si él no da el ejemplo, entonces tenemos que darlo nosotros. La mejor lucha y la mejor pelea se gana enseñando.

Si queremos realmente lograr un cambio en este país tenemos que empezar siendo el ejemplo y con eso crear nuevas propuestas. Hay que aceptar que en este país estamos divididos por la mitad en cuanto a ideales políticos. Es por eso que es importantísimo que las propuestas y los proyectos que vayan a formar parte del país que todos al final queremos, tengan pedacitos de ideas de ambos lados. Aceptar lo bueno de cada uno y perfeccionarlo, y desechar lo que realmente no sirve y nunca servirá.

La política llegó a nuestra vidas para quedarse. Y si hay algo que a fin de cuentas todos tenemos que agradecerle a Chávez, es que nos despertó. Nos hizo dar cuenta de que el país es de todos nosotros, y que no se puede seguir siendo indiferente. A mí la política me cambió para siempre. Genuinamente creo que en el fondo todos queremos ser parte de lo mismo. Todos podemos tener ideales y maneras de pensar diferentes, pero a la vez, no queremos ser intolerantes, como tampoco queremos que sean intolerantes con nosotros. Todos queremos ser escuchados con respeto; la verdad, nos lo merecemos.

Tengo la fe de que nosotros tenemos la capacidad de unirnos. Tengo la esperanza de que llegará un día en que podamos entendernos y luchar juntos por construir un mejor lugar. Tengo la convicción de que el día llegará en el cual todos podremos ser el cambio que queremos ver en Venezuela.

7 de octubre de 2010

De Paisajes y Sueños




Barinas desde el carro

Rara vez tenemos la oportunidad de revivir los recuerdos de la infancia. Sin embargo, hay uno que tengo la suerte de poder recrear de vez en cuando. Evidementemente, nunca será lo mismo de cuando era pequeña, pero logro acercarme bastante. Viajar en carretera por Venezuela siempre será uno de los recuerdos más recurrentes de mi infancia. Puedo decir con certeza que no hay cómo viajar por las calles de nuestro país. La verdad es que ésta es una de las formas de llevarse con la mirada el más vivo reflejo de la Venezuela de verdad.



Descanso en Mérida en algún viaje

Cuando vivía en Caracas de pequeña, solía hacer varios viajes al año en carretera hasta Gochilandia con mi familia. Nuestros viajes siempre comenzaban con la eterna pelea entre mi hermano y yo de me pido la ventana, la cual indudablemente, siempre perdía yo. A pesar de que viajábamos solamente cuatro personas en el carro, era rara la vez que tuviésemos espacio suficiente atrás para que mi hermano y yo cada uno pudiese estar sentado en ‘una ventana.’ Por lo general el carro venía lleno de maletas, bolsos, regalos y hasta una que otra mata que mi mamá compraba en el camino. Nunca faltaban en nuestros viajes Rocío Durcal y Luis Miguel. Me atrevería decir que hasta el sol de hoy, cada vez que escucho alguna canción de Rocío Durcal, me siento como Anton Ego en Ratattouile, pues me hace regresar a algún carro pasando sobre algúna carretera entre las montañas de Venezuela. Los viajes en carretera de mi infancia sabían a carne en vara, agua panela, pirulines y frescolita. Olían a pasto quemándose, a gasolina, y hasta a baño de carretera (sí, ese olor). Solía mirar por la ventana y ver por horas a la gente que vivía en cada uno de esos pueblos. Me preguntaba cómo serían sus vidas, e imaginaba que eran felices con tan solo sentarse a ver carros pasar. Me encantaba cuando por alguna razón se nos daba la noche aún viajando. Me asomaba por la ventana a mirar las estrellas mientras me arropaba con una cobijita en el asiento trasero del carro.



Irónicamente una de mis partes favoritas de viajar en carretera era la entrada a Caracas, ya en el final de nuestros viajes. Me emocionaba ver las vallas y letreros que eran (y siguen siendo) parte de la ciudad. La valla lumínica de Nívea siempre será un tributo a aquella época; a medida que se encendían los aros sentía que estaba cada vez más cerca a casa. Había una valla inmensa de Café Fama de América a la cual mi papá siempre le cantaba por el aroma yo lo sé, limpiáte el cul* con papel toilet. Año tras año esto nos causaba risas sorprendidas a mi hermano y a mi por la grosería tan horrible que había dicho mi papá. Para mí toda esa experiencia resumía nuestros viajes en carretera. Era una oportunidad de estar sentados todos juntos en el carro por unas cuantas horas. Una oportunidad de cantar canciones de niños y escuchar Amor Eterno una vez más. Pero más que nada, era una oportunidad de ver a Venezuela.

Hoy en día aún disfruto viajar por las carreteras de nuestro país. Puedo recrear ese recuerdo de mi infancia de alguna forma, aunque ahora lo veo todo diferente. Todavía me gusta mirar por la ventana, pero ahora me doy cuenta que en cada uno de esos pueblos veo reflejado a la Venezuela de verdad. En cada pueblo y en cada ciudad por la que uno pasa, se encuentran las mismas historias repetidas. No importa si es Valencia o Tucupita; Venezuela está en todos lados. Al mirar por la ventana me gusta observar a los niños jugando descalzos con pelotas decoloridas, a las señoras sentadas en sillas de plástico viendo los carros pasar, y a los hombres tomando cerveza con la panza afuera mientras analizan su próxima jugada de dominó. Son las mismas historias pueblo tras pueblo, pero también son las mismas historias en la ciudad. Los niños sentados en la planta baja de algún edificio jugando pelota o Nintendo DS, las chismosas mirando a la vecina con alguna facha repetida, y los hombres gritándole al televisor con cerveza en mano, esperando la próxima carrera del partido de beisbol.


En la Gran Sabana después de 16 horas de carretera

Viajar por carretera me ha enseñado que todos somos iguales, y todos queremos lo mismo. Quizás lo queremos en diferentes escalas; pero al final, es lo mismo. Pasar por cada uno de esos pueblitos me hace dar cuenta que ahí está la Venezuela de verdad, de la misma manera que está en cualquier metrópolis del país. Lo que pasa es que en las ciudades grandes cuesta ver esa realidad. La política, el estrés y el ajetreo hace que se esconda esa Venezuela; la Venezuela de la gente amable, criolla, buena y solidaria.

Desde pequeña he visto las mismas imágenes por la ventana del carro; paisajes que a través de los años parecieran no cambiar. Cuando necesito sentir la Venezuela que a veces me cuesta encontrar en Caracas, me consuela saber que siempre la podré conseguir en algún pueblo, sobre alguna carretera en el medio de las montañas.

24 de septiembre de 2010

Querido Agustín




No has llegado todavía a nuestras vidas, y ya todos te queremos como eres. Estamos esperando ansiosamente tú llegada a este mundo. Si tan sólo supieras la cantidad de cosas que tuvieron que pasar para que llegaras aquí.

Tus abuelos hace muchos años se conocieron, y se enamoraron; de ahí nacieron tus papás. Tu papá y mamá hicieron su vida en lados completamente diferentes del mundo, con todo eso, eventualmente se consiguieron. Aprendieron a caminar, a equivocarse y a sonreir, como pronto aprenderás a hacer tú. Tus abuelos los regañaron incontables veces, pero siempre los quisieron y los apoyaron. Sé que tus papás serán así contigo. Tus abuelos hicieron un buen trabajo, criaron a tus papás con todo su amor, dándoles un ejemplo de familia, de respeto de cariño. Vas a crecer en una casa llena de risas, alegría y amor. Tienes unos papás maravillosos y con eso, ya tienes el regalo más grande del mundo.


Agustín, estás naciendo con la oportunidad de ser quien quieras ser. Tienes el apoyo y el cariño de todos, y por eso, tienes el mundo a tus pies. Si quieres ser astronauta, aplaudiremos tu primer viaje a la luna. Si quieres ser deportista, tu papá te ensañará todas las reglas del juego. Sin importar qué decidas ser, él siempre te las enseñará.

No creas que son solo tús papás quien esperan por ti. Tus abuelos llevan años esperándote. Tu abuela Adriana ha pasado años perfeccionando el arte de tomar fotos para que salgas hermoso en cada una de ellas (aunque sé que saldrás hermoso hasta con el fotógrafo más inexperto). Tu Nono César ha pasado años poniendo sus brazos y barriga más rellenos para que duermas plácidamente en ellos. Papío y Mamía llevan años esperándote para que les enseñes a jugar con pelotas y carritos, pues ellos solo conocen Barbies y princesas.

Naciste en un país lleno de oportunidades, lleno de cosas maravillosas que sé apreciarás en su debido momento. Pero no quiero que olvides nunca de dónde eres de verdad. Vienes de dos países maravillosos, Venezuela y Colombia. Dos países que tienen un calor y un sabor incomparable con cualquier otro. En el momento que naces, Colombia está lentamente saliendo de una guerra muy triste que causó mucho daño a tu gente. Sin embargo, como todo, la gente sanó sus heridas y se está levantando. Venezuela está en un lugar un poco más complicado. Espero que cuando puedas leer esto, ya esa no sea la situación. Venezuela es un país maravilloso, con gente alegre y con mucho corazón. Nunca olvides eso. Quiero que mantengas siempre tus tradiciones, y no dejes que nadie te las quite. Pide la bendición a tús tíos y abuelos, escucha gaitas y vallenatos, come hallacas y buñuelos y pídele regalos al Niño Jesús. Manténte siempre unido a tu familia, pues somos lo más importante en tu vida.

Como tu tía hay varias cosas que quiero aprendas y entiendas de la vida. El mundo tiene cosas maravillosas que vas a llegar a descubrir. Pero también quiero que sepas que la vida tiene cosas muy tristes. Quiero que sepas que está bien. Vas a fracasar seguramente en algunas cosas, pero también serás exitoso en muchas otras. Recuerda siempre levantarte y sin importar lo que vivas, mirar hacia adelante. La vida te pondrá muchos retos, pero pase lo que pase, jamás te rindas. Si luchas por lo que quieres, sé que lo conseguirás. Es importante que aprendas a distinguir entre el Bien y el Mal, y cuando te encuentres en una encrucijada, siempre escoje el bien. Si escojes el Bien, tarde o temprano, Dios te va a premiar.

Escúcha a los demás aunque no estés de acuerdo con lo que dicen. A veces las opiniones más diferentes pueden llegar a abrir tus ojos de una manera que jamás creerías. Una sonrisa puede lograr mucho más de lo que te imaginas. Decir Buenos Días y Buenas Tardes es muy importante también, pero lo más importante es siempre decir Gracias. Tienes mucho que agradecer, pues Dios te está dando todo, todos los días. Sé siempre cariñoso y aprende a pedir perdón cuando sea necesario. Dí ‘Te Quiero’ cada vez que puedas, créeme que nunca se vuelve repetitivo.
Quiero que sepas que sin importar lo que hayas hecho, siempre puedes contármelo. Prometo que si me lo pides, no se lo contaré a tus papás. Aunque te confieso que estoy segura que a ellos también podrás contarles lo que quieras. Eso sí, hagas lo que hagas, bajo ninguna circumstancia puedes ser fanático de los Yankees. Creo que tu papá te perdonaría si te vuelves fan del Barca, pero de los Yankess, no estoy tan segura.

Agustín, aquí te esperamos con los brazos abiertos y con el corazón lleno de amor para darte. Te quiero muchísimo aunque aún no te haya dado ni el primer abrazo. En el momento que te lo dé lo sentirás.

Tu Tía, Fabiana.

I'm Back!



Disculpenme la ausencia! He estado un poco enredada con trabajo y vacaciones. Pero aquí estoy de vuelta para seguir contándoles de mi vida.
Un abrazo!
Fabi.

27 de julio de 2010

Nuestras Diferencias


Instantes antes de soltar la escoba y coleto para siempre

Hombres y mujeres. El eterno dilema de quién entiende a quien. Claramente tenemos diferencias que se empiezan a notar desde que somos niños. Es impresionante ver cómo nuestro sexo nos define. Sin embargo, siempre existen actos de rebeldía en los que no entramos en los típicos parámetros de nuestro sexo. Cuando yo tenía aproximadamente 3 años me regalaron un juego de una escoba y coleto. Yo estaba absolutamente emocionada jugando con él hasta el momento en que me dijeron que a partir de ahí podría ayudar a mi mamá a limpiar la casa. En ese instante, solté la escoba y más nunca la volví a tocar. Qué va. Yo no iba ser un ama de casa. Por ese lado no era la típica niña, yo no quería saber nada de limpiar ni atender invitados, yo iba a tener un trabajo en una oficina. Por otro lado, uno de mis juegos favoritos era el de la mamá y el papá, eso era impelable en la hora del juego. Irónicamente hoy en día soy las dos, cosa que creo que nos pasa a casi todas las mujeres.



Me impresiona como cada sexo viene desde niño con un chip implantado adentro que determina qué tipo de cosas nos va a gustar. Recuerdo que de pequeña yo jugaba con mis Barbies y cuando le pedía a mi hermano que jugara conmigo, él se limitaba a usar el carro de la muñeca nada más. Estuve de babysitter recientemente en Miami cuidando a mi primo/ahijado Santiago; el ejemplo más claro del típico varón. Basta con que pongas por un segundo cualquier deporte en la televisión para que él se quede como una estatua concentrado viéndolo. No importa si es una pelea de metras, cricket, o bolas criollas; el carajito ama ver un deporte. Lo mismo ocurre con los aviones y los carros. Cómo es posible que un niño de 4 añitos esté pendiente de cual aerolínea estará volando sobre nosotros? Aún no lo entiendo. Por otro lado, mi primita Camila tiene 2 años y desde ya es extremadamente coqueta. Lo mejor que le puedes regalar es una cartera con maquillaje. Lástima que ya no venden los kits de MaquiClub o de Melody, cómo gozaría ella con eso. Definitivamente, hay cosas que vienen dentro de nosotros de nacimiento.


El hombrecito Santiago

Considero que entiendo a los hombres bastante gracias a haberme criado con un hermano mayor. Aprendí a tenerle tolerancia a la incesante conversación sobre el deporte. Una cena en mi casa no era cena sin el típico Viste cuánto bateó Griffey? Por otro lado, no entiendo mucho sobre las cosas de hombres, mi hermano es mayor que yo y no me tocó lidiar con eso. A Santiago más de una vez me toco llevarlo al baño. Yo no sabía que hacer, era toda una confusión para mi. Cuando terminaba de hacer pipí, entraba mi dilema. Tenía que limpiarlo? Cómo funciona esa cuestión? No sabía si ayudar a lavárselo con agua y jabón o secarlo con papel. Le pregunté que cual era el mecanismo, a lo que me respondió Marrina, no hay que limpiarlo, para eso está el interior. Estoy segura que mi tía no le enseñó eso. Asumo que el día que tenga un varón seré una experta en el tema. Quizás en ese momento sabré mucho más sobre las diferencias entre los hombres y las mujeres.

Las mujeres claramente somos enredadas. Aunque por suerte, heredé de mi mamá lo mejor que se puede heredar: ser descomplicada. La verdad, estoy segura que la mayoría de las mujeres dicen lo mismo: Yo? cuaima? qué va. Naaada que ver. Pero bueno, que puedo decir, considero que realmente no soy así. No me gusta pasarme horas de shopping, ni me fijo qué tiene puesto quién. Es más, soy tan distraída que he llegado a ponerme lo mismo 2 días seguidos. Lo guardo en el clóset y al día siguiente lo veo y no tengo ningún recuerdo de haberlo utilizado el día anterior. Es a media tarde que me entra una luz y recuerdo lo que pasó. Oops.

Claramente hay cientas de diferencias entre los hombres y las mujeres. Muchas las impone la misma sociedad, no necesariamente nacen con nosotros. A las mujeres (en general, siempre hay excepciones para todo) nos llega un momento en el que nos toca que aceptar y balancear ser ‘mujeres del siglo 21,’ que trabajamos y tenemos una carrera, con ser mujeres de los años 50 y atender nuestro hogar. Los hombres por otro lado, los crían a ser hombres. Es raro ver un hombre que se tenga que preocupar por la opción de ser ‘ama de casa’ o businessman. Evidementemente, estoy segura que esa presión de ser el que ‘pone el pan en la mesa’ no debe ser nada fácil. Seguramente habrá más de uno que lo que más le gustaría es quedarse en casa cuidando a los niños y no lo hacen porque Oh! Qué dirá la sociedad!

Diferencias entre nosotros hay miles y varían desde lo más pequeño hasta lo más grande. Nunca llegaremos a entendernos completamente, mucho menos si nos pasamos el tiempo preguntándonos por qué somos tan diferentes. La clave está en aceptarnos y tratar en lo posible de entendernos, quizás así encontraremos más similitudes que diferencias.

14 de julio de 2010

El Mundial no es de Fútbol




No hay nada como la emoción de un Mundial de Fútbol. Ese sentimiento tan rico en que todos somos uno. Un mes cada cuatro años en el que no importan las diferencias, solo el color de la camisa. Un momento en que nos olvidamos de la política y los problemas de la vida diaria y nuestro mundo se convierte en un balón.

Mi primer recuerdo de un Mundial fue el del año 1994. Ese mes del fue uno muy particular en nuestras vidas, pues eran nuestras pequeñas vacaciones antes de irnos a vivir a la India. El Mundial fue la excusa perfecta para compartir con la familia antes de tener que irnos al otro lado del mundo. Mi recuerdo más grande fue, por supuesto, la sufrida final. Evidentemente fue una final memorable para todos los que siguen el deporte, pero en mi familia generó una ‘discordia’ muy particular. Vengo de una familia originalmente italiana, por lo cual es lógico pensar que estábamos ligando que Italia se declarara campeón. La verdad, no fue así. La mitad de la familia le iba a Italia, y la otra mitad a Brasil. Yo tenía (y aún tengo) la excusa perfecta para seguir el
jogo bonito pues nací en Brasil. Sin embargo, ese no era el caso de ninguna otra persona más, cosa que causaba rabia en la otra mitad de la familia. Recuerdo perfecto estar todos sentados frente al televisor en casa de la Nonna de mi papá. Cada quien vestido en sus respectivos colores y gritando como si los equipos dependieran de nosotros para anotar un gol. Está demás decir que para el final del partido el chalequeo y la cizaña se ponían cada vez más pesados y hubo más de un familiar molesto que se paro y se fue para otro lugar sin mirar atrás. Hoy en día pienso que realmente fue una final especial, no porque fuera de Brasil-Italia, sino porque nos dió la oportunidad de compartir en familia a todos. Incluyendo a tíos abuelos y primos segundos a los que el tiempo y la vida nos ha llevado por otros caminos. Poco tiempo después de ese partido estaríamos montándonos en uno de varios aviones que nos llevarían a New Delhi.

Partido Italia - Francia

Entre mundial y mundial la vida nos llevó del timbo al tambo, y ya para el ’98, estábamos viviendo de nuevo en nuestra adorada Caracas. Para ese momento el fanatismo por el deporte nos llevó a París donde tuvimos la oportunidad de presenciar y sentir lo que es un Mundial en vivo. Si recuerdan haber visto alguna bandera de Venezuela en el partido Francia - Italia, probablemente era la mia. No podíamos dejar de hacerle honor a esa tradición tan venezolana como es la de tener una bandera de nuestro país en cualquier estadio, partido o deporte en el mundo. La emoción que sentímos al entrar al Stade de France fue indescriptible, sin embargo, nada pudo superar escuchar el himno de Francia sonando a todo volumen. Ojo. Yo no soy francesa, ni le iba a Francia, pero rodáte tú de miles de franceses cantando su himno emocionados a todo pulmón, y dime si no te emociona. Nos gozamos varios juegos cargando nuestra banderota, la cual la gente miraba con curiosidad. Lamentándolo mucho, la compañía que nos vendió el paquete con las entradas se aprovechó de que Francia había llegado a la final y nunca nos entregaron nuestras entradas. Meses después nos pagaron el paquete completo como compensación...así sería lo que le ganaron a las entradas de la final revendidas. Ese juego lo vimos unas 50 personas en el lobby del hotel a través de un pequeño televisor. A pesar de nuestros gritos, Taffarel no logró parar los goles y Francia se convirtió en el vencedor. Seguramente hubo una centena de personas que en ese momento salieron a celebrar eufóricos a Las Mercedes en Caracas.


Final España - Holanda 2010

Un Mundial realmente se convierte en un evento deportivo único. Nos creemos españoles, portugueses, italianos, brasileros. Creemos que sabemos más que el técnico y criticamos sus decisiones. Peleamos contra los delanteros por no chutar como era (como si fuese tan fácil). Pasamos horas pegando barajitas en nuestros álbumes Panini esperando ser el primero de nuestros amigos en llenarlo. Pero la verdad es que el Mundial de lo que menos se trata es del fútbol. Sí, por supuesto, todos estamos viendo el deporte, rezándole al Pulpo Paul a ver si nuestro equipo favorito mete un gol y pasa a la siguiente ronda. Pero a la hora de la chiquita, el Mundial se trata sobre familia y amigos. Se trata sobre sentarse a ver un partido junto a las personas que más queremos y pelear por sobre si fue o no fue offside. Se trata sobre sacarnos los unos a los otros tarjetas amarillas. Se trata sobre abrazarnos cuando hay un gol. Se trata sobre soñar en el día en que escuchemos el Gloria al Bravo Pueblo en un partido junto a nuestros mejores amigos, llorando como niños. Un Mundial se trata sobre, comer, tomar y vivir. Se trata sobre compartir.

18 de junio de 2010

Un Nenuco de Verdad


Nenuco y yo

Cuando tenía 4 años, el niño Jesús me trajo a mi mejor amiga: Nenuco. Mi muñeca y yo nos convertimos en amigas inseparables, cómplices ante cualquier tremendura que pudiéramos hacer. A partir de ese momento, Nenuco siempre me acompañó a cualquier viaje o mudanza. La muñeca tiene marcas innegables de mi niñez: la cabeza llena de alfileres que le metí por la boquita, la mancha de café en la barriga debido a un accidente ocurrido en un avión entre España y Venezuela, una 'cortada' en el muslo ocasionada con una tijerita de costurero, entre muchas cosas más. Nenuco era mi confidente, a la cual yo le contaba todos mis secretos y sueños. Yo no tenía ni la menor duda de que mi queridísima muñeca me escuchaba atentamente a todo lo que le decía. Estaba segura de que cuando yo salía del cuarto, cobraba vida cual Woody y Buzz en Toy Story.

Mi cariño por Nenuco duró muchísimos años, aunque, por supuesto, con el tiempo dejé de contarle mis historias y se convirtió únicamente un objeto cual abrazaba a la hora de dormir. El día en que me mudé al dorm de mi Universidad, coloqué a Nenuco en mi cama, pues pensaba seguir durmiendo con ella. Mi 'simpatiquísima' roomate entró al cuarto y se quedó horrorizada pensando que se iba a conseguir con una tremenda 'galla' que seguía durmiendo con una muñeca a esas alturas de la vida. No hizo mucha diferencia para mi, pues Nenuco siguió durmiendo a mi lado. Hoy en día la tengo guardada esperando que algún día mi hija duerma con ella como lo hice yo.


Santiago (mi ahijado de 4 años) y su hermanito
Gustavo Alejandro de 1 semana

El reemplazo de Nenuco llegó después de 9 meses de vivir en la barriga de mi tía Claudia. Cambié la muñeca por un bebé hermoso que me hacía reir muchísimo. Con Santiago he compartido innumerables juegos y risas. De ahí han pasado 4 años y me encuentro ahora acompañando a mi tía en los primeros días de vida de su segundo hijo Gustavo Alejandro. Un bebé evidentemente no es un juguete (cosa que mi mamá y yo debemos repetir mil veces, a ver si así aprendemos), sin embargo, qué sabroso es jugar con ellos! Un bebé en definitiva nos trae mil alegrías a la vida. Un bebé cambia todo. En este momento he disfrutado del nacimiento de 6 primos pequeños (con los otros 7 primos yo estaba chiquita todavía), y este año al fin tendré la alegría de recibir a mi primer sobrino (no quiero imaginarme la locura que será). En definitiva, las niñas pasamos de querer y cuidar a un Nenuco, a querer y cuidar a un bebé de verdad. Me supongo que el instinto maternal lo tenemos presente desde que nos regalan nuestra primera muñeca.



Un bebé no es un juguete...un bebé no es un juguete...un bebé no es...


Gustavo Alejandro y yo