11 de noviembre de 2011

Actrices Desesperadas

Hola mi gente! Sé que estoy desaparecida! El MBA me deja sin tiempo. En diciembre volveré con muchos cuentos más! Mientras tanto los dejo con este video de una amigas actrices venezolanas. No es fácil ser actriz en este país, aquí están sus cuentos! Disfrútenlo!!
Fabi



24 de agosto de 2011

Vacaciones + Trabajo

Hola!! Sé que estoy súper perdida, y voy a tener que pedirles mil disculpas! He estado un poco complicada últimamente entre trabajo y vacaciones. A finales de septiembre comienzo un MBA en el IESA y estoy tratando de resolver todas las cosas que tengo pendientes (y agarrar unas merecidas vacaciones) antes de comenzar la locura! Pronto estaré por aquí de nuevo para contarles nuevas y viejas aventuras. Tengo mucha más que decir!

Les deseo un rico agosto y sabroso septiembre lleno de sol, mar y descanso.
Un abrazo! Nos leemos pronto.
Fabi.

22 de julio de 2011

Hay Que Ver Estrellas



No es fácil ser mujer en el país del Miss Venezuela. Todos esperan que tengamos el cuerpo de una Miss, y nos hacen sentir que si nuestras medidas no son 90-60-90, no somos suficiente. La verdad es que nadie tiene el cuerpo de una Miss. Ni siquiera las Misses tiene cuerpo de Misses. Estoy segura de que pasan el año entero pasando hambre sólo para llegar al certamen y comerse una hamburguesa esa misma noche. Por lo menos esa es mi teoría, y que nadie trate de convencerme de lo contrario.

No le dí mucha importancia a mi cuerpo cuando era chama. Cuando yo tenía 12 años nadie le daba importancia a su cuerpo. A los 12 años todavía era una niña que vestía en franelas grandes, shorts de licras y zapatos de goma inmensos. Hoy en día las chamas de 12 usan tacones más altos que los míos. La primera vez que me sentí ‘presionada’ por mejorar mi cuerpo fue cuando alguna compañera de clases se burló de mis piernas sin afeitar. Como mi mamá no me quiso comprar una afeitadora, decidí ir a una tienda y comprarla yo misma. Mi plan funcionó perfectamente hasta que en el primer movimiento me corté las piernas y salí sangrando de la ducha. Nada fácil esconder eso.


Yo de 12: Franela grande, licras y zapatos de goma inmensos. No era una exageración!

Mi falta de elegancia y gracia general llevó a mis papás a meterme en Rita’s, una academia de modelaje cuyo fin era convertirme en toda una señorita. Ahí aprendí que era verdad eso de que para ser bella hay que ver estrellas. Mi primera experiencia sacándome las cejas no fue nada agradable y los tacones que nos ponían a usar eran altísimos. Sin embargo, aprendí a poner la mesa (con todos los cincuenta tenedores diferentes) y a diferenciar un look casual de uno formal. Todo muy util. Nos hicieron sufrir usando una crema llamada LimaCream cuyo fin es derretir la grasa de tu cuerpo y creo que derretir un poco tu moral. Al final la experiencia en Rita’s fue positiva pero no me convirtió en una Miss ni causó curvas sin frenos en mi cuerpo.

Comencé a hacer dietas y de verdad concientizar mi figura como a los 22 años. Un poco tarde para las muchachas normales pero tampoco había sentido ninguna necesidad real de cambiar mi peso. En ese momento hice todas las dietas habidas y por haber tratando de perder peso y mejorar mi figura sin hacer nada de ejercicio en el menor tiempo posible. Comí atún hasta que lo aborrecí, dejé los carbohidratos por 2 semanas, y hasta me privé de cualquier dulcito. Llegué al punto de tomarme unas pastillas milagrosas que me adelgazaron, pero también me hacían llorar y cambiar de humor en cuestión de segundos. Un sacrificio que estaba dispuesta a hacer para verme mejor, pero nunca duraba suficiente tiempo ni causaba el cambio real que quería en mi cuerpo.

Pasé por muchos otros tipos de tratamientos dolorosos y efectivos. Efectivos solo si los haces todos los días por el resto de tu vida. Una de las torturas más grandes de todas fue ir a donde la Señora María. Un lugar donde van mujeres a recibir golpes con la promesa de cambiar cuerpos y eliminar celulitis. La tortura psicológica comenzaba antes de la física. La Señora María te pesa al llegar a su oficina, y, si subiste más de 100 gramos desde la sesión anterior, ella, muy a lo Soup Nazi de la serie Seinfeld, te devuelve a tu casa. No massage for you. Por supuesto uno está nervioso pensando que si el pecadito que se cometió en el almuerzo se verá reflejado en la escala. Luego comienza la tortura real. Te meten en cúpulas con lámparas calientes que te derriten la grasa, luego te hacen masajes reductores en los que te pellizcan hasta dejarte la piel morada y al terminar de convierten en una momia vendada con telas mojadas y frías. Todo el proceso tarda aproximadamente 2 horas. Por supuesto que algo tan drástico termina siendo efectivo, pero el costo es demasiado alto y decidí dejar de ir porque no podía permitirme gastar 2 horas de mis días preocupándome sobre mi cuerpo. Eso ya es como demasiado.

Las mujeres (y algunos hombres que conozco) hacemos lo posible y lo imposible para cambiar nuestro físico y adaptarnos a un estado perfecto incalcanzable que nos impone la sociedad. Estamos dispuestos a gastarnos hasta el último centavo para lograr cambios inmediatos sin querer aceptar que el cambio real es el más barato de todos: ejercicio y comer sano. El problema también es que somos impacientes y creemos que vamos bien hasta que llega alguna 'amiga' y nos desalienta con un ¡Marica, estás vaquísima! Su madre. Tampoco ayuda ver las mujeres con alguna mutación sobrenatural y sus cuerpos perfectos en televisión, revistas y hasta en los centros comerciales. Sé de Photoshop, y sé que se usa bastante en revistas, pero hay mujeres que sencillamente nacen con suerte.

Me tomó tiempo aceptar que mi cuerpo nunca sería perfecto, y que tampoco tenía que serlo porque ni soy una Miss ni tengo planes de salir en la portada de ninguna revista (Gracias a Dios). Por supuesto como todas tengo mis inseguridades y sigo buscando soluciones que me ayuden a mejorar mi confianza en mí misma. Sigo probando aquellas cosas dolorosas como la carboxiterapia (donde te inyectan CO2 a cambio de lágrimas) y aquellas cosas que son menos dolorosas como dejar ciertos carbohidratos a ciertas horas.



Al final, no tengo la respuesta. Hoy en día me preocupo por mantenerme sana y hacer ejercicios a través de los cuales espero volverme una persona más saludable y fuerte. Cómo sano y lo mejor posible, pero de vez en cuando sé que también es bueno cometer uno que otro pecadito. Trato de hacer lo posible por sentirme cómoda en mi propia piel. Como todos, tengo días en que me siento feliz con mi cuerpo y otros en que no quiero ni salir de mi casa porque me siento horrible!. Me supongo que uno nunca llega a un punto donde se siente perfecto. Quizás no nos damos cuenta que en nuestros imperfectos se encuentra la perfección. Quizás lo importante es sentirnos seguros sabiendo que en cada cuerpo, en cada cara, y en cada mirada hay algo hermoso que admirar.

13 de julio de 2011

Una pequeña reflexión



Hoy escribo después de pasar la noche en vela leyendo el libro de Jaycee Dugard. Jaycee fue secuestrada a los 11 años y mantenida prisionera en un jardin durante los próximos 18 años de su vida, hasta al fin ser encontrada. Una historia difícil de digerir y comprender. Pero qué lección deja su vida. A pesar de la pesadilla en que vivió, Jaycee, a tan solo 1 año de su libertad, es una persona alegre y positiva. Es difícil de imaginar cómo alguien puede superar un trauma tan fuerte, pero Jaycee lo ha ido logrando poco a poco. Es admirable su actitud ante la vida. Es admirable que pueda sonreir, reirse, y ser feliz.

A veces somos tan dramáticos y hacemos castillos y montañas de pequeñas piedras en el camino. Leer una historia como la de Jaycee nos da perspectiva. Nada en esta vida es insuperable. Soy afortunada por la vida que he tenido y, como casi todos, hay días en que no aprecio las cosas que para mí son obvias y olvidables como mi libertad. La posibilidad de tener opciones y poder tomar mis propias decisiones. Oír historias como las de Jaycee y su recuperación me hace sentir que no hay barrera que no se pueda derribar. Si ella ha podido aprender a ser feliz, dejar el pasado atrás y no ser víctima de su trauma, entonces todos podemos superar cualquier obstáculo. No podemos ser víctimas de nuestros pequeños traumas y fracasos. Esta historia me demostró una vez más que siempre hay una luz al final del túnel.


8 de julio de 2011

Nucita


Nucita 100% Actitud

Hace unas semanas cumplió 4 años mi beagle Nucita. Han sido 4 años complicados y divertidos, llenos de mucho aprendizaje. En el momento en que compré a Nucita, ella tenía tan solo 1 mes. Desde el día en que llegó a mi casa me dí cuenta que tener un perro sería un dolor de cabeza. No tenía absolutamente ninguna experiencia con perros antes de mi loquita (Más sobre eso aquí). Nucita tenía en ese momento un problema fundamental que hacía todo más difícil: estaba endemoniada.


Nuestro primer día juntas

Era la perrita más cuchi que podría existir: un cuerpito chiquito, una carita de peluche y unos ojos que hacía al gato de Shrek verse como un bebé de pecho al lado de ella. Sin embargo, era extremadamente brava y no había forma de tocarla sin que te destrozara los dedos y te tratara de asesinar. Los primeros días pensé que eventualmente se le pasaría, y que tenía que tener paciencia. Estaba decidida a que no iba a pegarle porque no quería hacerle ningún tipo de daño. Me aconsejaron regañarla dándole con un periódico. Le va a dar pánico: me dijeron. Pánico me dió a mi cuando me arrancó el rollo y lo destrozo en segundos. Llegué a pensar que me iba a seguir con el periódico en la boca y me iba a dar la paliza ella a mi. Estuve a punto de llamar al criador de beagles que me la vendió para devolverla cuando la vió el veterinario y con un NO fuerte y una palmada en el hocico se quedó tranquila. En ese momento se me olvidó por completo eso de no querer pegarle y empecé a aplicarlo (aclaro que tampoco es que le hacía daño grave, pero tenía que defenderme ante el demonio de Tazmania que tenía en mi casa).

Lo que más me ayudó a calmar a la fiera fue contratar a un entrenador. No es que con eso dejó de ser brava del todo, pero por lo menos aprendió disciplina. Cuando investigué cual raza comprar, en ningún lado leí nada sobre la tremendura de los beagles. No había pasado 2 días de tenerla en mi casa cuando todo el mundo decidió advertirme que los beagles son súper tremendos y tercos. ¿En serio? ¿No podían decírmelo 3 días antes? La realidad es que ese primer año de un beagle (o de Nucita en particular) no es nada fácil. Calmar sus ataques de violencia eventualmente se hizo fácil, pero detener su ansiedad fue otra historia. En esa época mi sobrenombre para Nucita variaba entre perra endemoniada y Nucita Araña dependiendo del día. Si vieron la película de los Simpsons y se rieron de puerco araña comprenderán por qué le puse ese nombre. Al igual que el cochinito, un día llegué a mi casa y conseguí las paredes del pasillo completamente llenas de los dos lados de huellas de Nucita cubiertas en pupú. Awww que cuchi. Casi la asesino.


Nucita y yo
Con el tiempo su actitud fue mejorando. Hoy en día es como si tuviese otro perro en mi casa. Ya es madura, se queda tranquila cuando está sola (bueno, relativamente), no hace desastres mayores y no peleamos tanto. Tiene sus momentos en que quiere dominarme y me toca hacer del perro alfa y asegurarme que ella entienda quien es la dueña de la casa. Pero ahora se porta muy bien y es raro el momento en que se ponga brava conmigo. Cuando lo hace, jamás me hace daño como solía hacerlo. La verdad es que Nucita se ha convertido en mi gran compañera. Me impresiona como se dan cuenta cuando uno está triste y automáticamente se vuelven más cariñosos. Nucita tiene la particularidad de que si no está completamente pegada al cuerpo de uno, ella siente que está lejos. Hay días en que estoy trabajando y se sienta literalmente sobre mis pies. A medida que los voy arrimando para no tenerla encima, ella se va rodando cada vez más. Me da risa verla casi arrastrarse porque mi pie se alejó 1cm de su cuerpo y no puede vivir así.


Si en 4 años uno logra una comunicación clarísima con un perro, no me imagino como será cuando ella tenga 10. Cuando Nucita tiene sed hace todo lo posible para que le sirva agua: primero mueve su plato por toda la cocina, luego va a mi mesita de noche donde siempre tengo un vaso con agua. Mira al vaso, me mira a mi, mira el vaso, me mira a mi. Y repite cada una de estas actividades hasta que me pare de la cama y le sirva agua. Le falta decirme coño, deja la flojera y sírveme agua, ¿sí? Yo le hablo y estoy absolutamente convencida de que Nucita entiende cada una de las cosas que yo le digo. Ella y yo entablamos conversaciones todo el tiempo y ella me dice cosas como que quiere jugar en la calle pero entiende que es peligroso y, está bien, se va a ir a la grama.

Esos primeros años con Nucita no fueron nada fácil. Pero el cariño y el amor que puede brindarme todos los días hacen que el sacrificio de ese tiempo de inmadurez hayan valido la pena. Hoy agradezco tenerla en mi vida. Los días en que no está en mi casa se siente todo callado y triste, y eso que ella casi nunca ladra y pasa todo el día durmiendo. Es sabroso tener a una perrita que se enrolla y se pega al cuerpo de uno exactamente en el momento en que uno tiene más frío. Una Nucita con la que hay que compartir las cotufas por el simple hecho de que da risa verla masticarlas de lado. Una amiga que se queda esperando en la puerta hasta que uno regrese a casa. Una loquita que le alegra el día a cualquiera.

Más fotos de Nucita aquí

13 de junio de 2011

Hablando de Inspiración

Precisamente ví este video del discurso de graduación que dió Conan O'Brien a Dartmouth este fin de semana. Muy bueno!
Una cosa, está en Inglés y hay muchos chistes graciosos que solo se entienden si se conoce su historia.. sin embargo, los últimos 5 min valen la pena aún si no saben de él!

Saludos! :)
Fabi.


11 de junio de 2011

Inspiración

La inspiración puede venir de muchos lados y maneras. Como diseñadora gráfica y ‘creativa’, constantemente estoy buscando maneras de inspirarme y ocasionar nuevas ideas originales en mi trabajo y mi día a día. Lo que hago me empuja a renovarme constantemente; buscando lo más nuevo y más actual para aplicarlo a mi trabajo.

A veces la inspiración llega, a veces es más difícil y hay que trabajar aún más fuerte para conseguir esa idea perfecta. Busco inspirarme no solamente para mi trabajo, sino para mi vida, buscando ideas sencillas que sean capaces de cambiar mi día a día y otras que sean capaces de cambiar mucho más de mis fronteras. Esta semana me llegó esa inspiración de una fuente completamente anónima. Alice Pyne, una niña de 15 años de Inglaterra con cáncer terminal comenzó un blog a través del cual busca conseguir donantes de médula ósea alrededor del mundo. La historia ha trascendido fronteras y océanos. La historia me inspiró. Me impresionó ver como una niña, absolutamente consciente de su destino, decidió tomar las riendas de su vida y hacer un cambio. A veces creemos que somos tan pequeños, que tenemos poco poder sobre las demás personas, y que hay poco que podemos hacer. Pero de pronto escuchamos historias como la de Alice, y nos damos cuenta que tenemos una capacidad enorme de inspirar y crear conciencia a la gente que nos sigue; y con suerte a los que no también.

Quizás una de las cosas que más me conmovió de la historia de Alice es la cantidad de gente que le ha escrito a su blog, twitter y facebook; ofreciéndoles su apoyo y poniendo cada uno su granito de arena. Alice tiene una lista de cosas que quiere hacer antes de morir y miles de personas alrededor del mundo entero están colaborando para que ella pueda cumplir cada uno de sus sueños. Siempre he pensado que en el fondo todos tenemos algo bueno, y esto solo lo demuestra. Que personas desconocidas alrededor del mundo hayan decidio ayudar a una niña, solo muestra que hay mucha gente genuinamente buena. Eso me inspira. Me inspira saber que existen posibilidades y oportunidades de hacer un cambio y dejar una marca positiva en este mundo. Que una niña de 15 años pueda hacer una diferencia, así sea lograr que una sola persona pueda donar médula ósea, es una maravilla. La tecnología solo nos brinda la oportunidad de crear y cambiar. Alguien está ahí afuera dispuesto a escucharnos. Nunca sabemos a quien le vamos a llegar con nuestras palabras.

Creo que tenemos la capacidad de hacer mucho con poco. Creo que tenemos que ser creativos e ingeniarnos maneras de llegarle a la gente. Todos tenemos la capacidad de hacer un cambio y de inspirar a los que nos rodean. Muchas veces creemos que hacer un cambio real es imposible porque es una tarea inmensa e irreal. Es ingenuo pensar que podemos cambiar el mundo. Lo que importa, para mí, es poder cambiarle la actitud a una sola persona. Eso basta para hacer una diferencia. Inspirar a alguien para que ellos a su vez inspiren a otro alguien.

La inspiración nos puede brindar las mejores oportunidades. Nos da la luz ante un enigma y nos abre puertas una vez nos abrimos a ella. Vivimos en un mundo ajetreado y veloz, y hay veces que tenemos que tomarnos un momento para ver las cosas que nos pueden inspirar a nuestro alrededor; cosas que nos impulsan y nos dan la fuerza de lograr nuestras metas. Esas metas pueden ser tan sencillas como hacer un diseño nuevo y original, o tan complejas como cambiar el mundo.

Desde mi espacio espero poder inspirarle una sonrisa a alguien afuera. Sé que mis historias son probablemente muy diferentes a la de la mayoría de las personas que me leen. Pero en el fondo, mi familia es la familia de cada uno de ustedes. Todos tenemos un tío loco, un abuelo gracioso, un hermano con el que peleamos. Todos hemos viajado, soñado y aprendido. Desde mi espacio espero inspirarlos a arriegarse y escribir sus historias, reflexionar sobre el mundo que nos rodea y aprender de su propio bosque.


El Blog de Alice Pyne: www.alicepyne.blogspot.com (está en inglés)
su twitter: @Alice_pyne

3 de junio de 2011

Familia



Mi familia: video que nos resume a todos. Mi regalo de navidad para ellos en el 2010


Para mi la familia que tenemos (y la que escogemos) es lo más importante que uno puede tener en la vida. Gracias a Dios tengo la suerte de tener una familia maravillosa, divertida, ruidosa y buena. Cada persona en mi familia es un personaje, un cuento y una risa.

Tengo la gran suerte, además, de que mis papás se hicieron novios desde muy chamos y que sus respectivas familias congeniaron tan bien que ahora son familia entre ellas. Si bien la sangre no los hace miembros de la misma familia, el cariño sí. Estoy absolutamente clara de la bendición tan grande que conlleva esto, pues nunca tuvimos que preocuparnos de con quien íbamos a pasar navidades y año nuevo año tras año; siempre pasamos las fechas importantes juntos. Si bien no nos vemos siempre, todos sabemos que contamos el uno con el otro y que en las buenas y en las malas, siempre tenemos un apoyo inmenso a nuestro lado.

Como buena familia italiana, somos un escándalo. En mi familia la ley que predomina es que el que hable más fuerte es quien tiene la palabra. Nos interrumpimos, discutimos, nos reimos; todo en milésimas de segundos. El que entra a la sala de casa de mi abuela por primera vez se sorprende ante tanta bulla y no entiende como alguien puede mantenerle el hilo a 4 conversaciones que ocurren a la vez. Pero ésa es mi familia. Anécdotas hay miles, historias incontables de las cuales se podrían escribir varios libros. Por ahora contaré apenas unos pocos.

Desafortunadamente no pude disfrutar suficiente de mis abuelos ya que murieron cuando estaba aún pequeña, pero por fortuna he podido disfrutar de mis abuelas bastante. Mi abuela Cuchy (la que tiene el iPad) es más jóven que yo. En serio. Es de las primeras personas que se para a bailar en una fiesta y no se sienta hasta que la música no pare; siempre y cuando no paren de servirle su güisquicito en las rocas. En una oportunidad nos bajamos media botella de Something Special entre ella, E. y yo: ella como si nada, nosotros no tanto. Existen pocas personas con un espíritu tan alegre y animado como el de ella y muchos le han preguntado que cual es el secreto. Ella siempre responde: Nada, comer frutas cara'. Nosotros le echamos broma diciéndole que está embalsamada en whisky en vida. A lo que ella responde: Que molleja. Sí, Cuchy es maracucha a mucha honra. Pueden haber pasado más años de los que ella quiera admitir desde que se fue del Zulia, pero no deja de comprar su Panorama los domingos para ver que está pasando en su querida tierra de la Chinita. Hoy en día la tecnología la ha llevado a tener entre sus Bookmarks del iPad su periódico zuliano. No hay nada que le dé más rabia que mi mamá diga que ella es gocha concho! ¿cómo se le ocurre negar su Maracaibo? Cuchy es quizás la persona más coqueta que conozco, a sus sesenta más veintipoquitos años, no puede dejar que la vean sin maquillaje y mucho menos sin sus famosos collares. Cuchy fácilmente tiene más collares, aretes y pulseras que Liz Taylor, anda siempre en plataformas y se la pasa regañándonos diciendo Va'i pue' retocáte un poquito si nos ve sin la boca pintada. Quizás ese es su mayor secreto, mantenerse jóven por fuera para rejuvenercerse por dentro.


Mi abuela Lucero, mi hermano y Cuchy

Por otro lado, mi abuela Lucero es colombiana (por ende el acento de varias personas en el video). Es el miembro de mi familia del cual más nos burlamos todos. Es inevitable, le pasan unas cosas comiquísimas, y quizás lo más gracioso es su reacción ante cada situación. Yo siempre le echo broma diciéndole que mi nombre no es Jaianita como a ella le encanta pronunciarlo. Después de tantos años sigue siendo muy paisa (la región de colomnbia de donde es) y el acento lo lleva en el alma. Las historias de mi abuela se han convertido poco a poco en leyendas urbanas, pero, a pesar de los incrédulos que pueden haber por ahí, soy testigo de que en efecto son ciertas. Sí pasó que en alguna oportunidad se tomó las 12 pastillas de mi abuelo en vez de darselas a él. También es cierto que una vez arrancó de una bomba con la manguera de la gasolina aún pegada al carro. No es mentira que en una oportunidad salió de su casa pensando que su carro tenía un sonidito de campanita extraño para luego descubrir que llevaba la reja del estacionamiento guindanda del maletero del carro. Es verdad que una vez fue a buscar las fotos carnet que había ido a tomarse el día anterior para descubrir que había pagado y se había ido sin posar para la foto. Su historia más legendaria no la voy a contar por acá, pero involucró a mi pobre abuelo, que estaba minusválido, un curioso aparato llamado pato, y el baño de su casa. Está claro que mi abuela es una persona extremadamente despistada. Eso sí, despistada para las cosas que le convienen. Entrar en su clóset requiere una clave que solo ella conoce, pues es ahí donde ella esconde su cosas más preciadas: bolígrafos, caramelos, llaves de puertas olvidadas y otras cosas sin sentido. Las combinaciones exactas solo las sabe ella, pero es algo como: subes 2 camisas, atrás un pantalón, bajas 3 medias, un pañuelo a la derecha y listo! Ahí está lo que estabas buscando. Nada fácil. Ella dice que el día que se muera lo que vamos a hacer es reirnos en el velorio acordándonos de tantas cosas y anécdotas graciosos. No dudo que sea cierto.

Ellas son tan solo la punta del iceberg de mi familia, el principio de mil historias y personajes que conforman parte de la gente que más quiero. Si algo he aprendido en el bosque, es que hay que apreciar y disfrutar a cada uno de ellos y aprender de cada cosa que tienen para ofrecer. Tengo la gran suerte de haber nacido una familia absolutamente buena y bondadosa y por nada cambiaría a ninguno de ellos.



Para ver más fotos entren a:



27 de mayo de 2011

Sobre Viajes en Carretera

De mis años en España no tengo demasiado recuerdos. Recuerdo mi casa, el colegio y uno que otro anécdota de nuestra vida en Madrid. Sin embargo, algo que no olvidaré fueron los viajes que hicimos en carro por Europa durante esos años a final de los 80. Uno creería que un par de niños menores de 10 años se aburrirían viajando por las carreteras del viejo continente, pero por el contrario, fueron paseos inolvidables y divertidísimos para nosotros.


Chiquitica en París

Uno de los primeros recuerdos que tengo fue cuando en una oportunidad viajamos a París. Una noche mis papás decidieron salir a cenar a un restaurante de la ciudad y nos dejaron a mi hermano y a mí en la habitación del hotel. Era quizás una de las primeras veces que nos dejaban solos, por lo cual mi papá nos dió instrucciones claras para asegurarse de que todo estuviera bien. Nos teníamos que portar bien, no hacer tremenduras, y fue especialmente enfático en decirnos que si alguien llamaba por teléfono hablando francés, debíamos contestar Je n’ai parlez pas francais que significa: Yo no hablo francés. Mi hermano y yo pasamos un rato repitiendo una y otra vez la frase para asegurarnos de que no se nos olvidara. La verdad es que no le dimos mucha importancia y pusimos a jugar tranquilamente solos en el cuarto. Al pasar el rato, para nuestra sopresa, sonó el teléfono de la habitación y mi hermano atendió asustado ante la voz de un hombre misterioso que hablaba incesantemente en francés. Los dos pusimos cara de tragedia; apabullados y nerviosos mientras mi hermano repetía sin parar Je n’ai parlez pas francais, Je n’ai parlez pas francais; una y otra vez por el teléfono hasta que no aguantó más y se puso a llorar. Esto obligó a mi papá, el misterioso ‘señor francés’ de la llamada, admitir que era él, y que todo era una simple broma. A nosotros no nos pareció muy gracioso, y a mí jamás se me olvidó como decir que no habló francés.

Mi hermano y yo casi siempre compartíamos la habitación de hotel con mis papás, pero en varias ocasiones nos tocó un cuarto solo para nosotros. Jamás olvidaré como en una oportunidad nos pusimos a pelear sobre quien era el más fuerte de los dos, y mi hermano, para mostrar su fortaleza le metió un puño a la puerta del cuarto la cual, por sopresa, atravesó casi completa. Afortunadamente él no se hizo daño, pero ahí comenzó la tortura sobre si mis papás, o la gente del hotel se daría cuenta de la tremendura y nos cobrarían la malicia. Por supuesto, mi hermano, siendo muy inteligente, me cargó parte la culpa a mí obligándome de ese manera a mantener silencio y no acusarlo por semejante acto de vandalismo. Nos fuimos del hotel y por suerte, nadie nunca se enteró de lo ocurrido, convirtiéndonos así en prófugos de la ley hotelera Europea.

En algúna montaña en algún lugar de Europa

Quizás uno de los recuerdos más especiales que tengo de esos viajes ocurrió en Suiza en un invierno helado. Llegamos a un hotelito en la montaña, y después de comernos un delicioso fondue de queso que nos calentó por dentro, decidimos, tarde en la noche meternos en la piscina del hotel. La piscina, por supuesto, era techada y calientica, rodeada de ventanales inmensos que daban hacia la nieve blanca cayendo sobre el pueblito. Jamás olvidaré lo rico que fue estar los 4 solitos jugando y riéndonos en la piscina calienticos mientras afuera hacía ese frío tan espantoso. Un recuerdo que indudablemente siempre quedará grabado en mí.

Esos viajes por Europa al final nos enriquecieron. En el carro íbamos jugando, cantando canciones infantiles, peleando y recitando países y sus capitales. Por cierto, en alguna oportunidad me equivoqué respondiendo ante alguna pregunta de mi papá que la Madre Teresa era de Cancún en vez de Calcuta. Tan solo tenía como 6 añitos, ¿qué iba a saber yo lo que decía? Durante el viaje, mis papás nos contaban las cuentos que conocían de lo pueblitos por los que íbamos pasando. Hablábamos de historia, de realeza, y de la gente que habitaba esos lugares. Recuerdo mucho que me sorprendió Mont Saint Michel por la particularidad de ser una isla de noche y poder llegarle en carro de día. También recuerdo comer cochinillo en Segovia incontables veces y correr por las calles de Granada una y otra vez. Fueron momentos en que pudimos acompañarnos y acercarnos aún más como familia. Al final, cuando uno viaja así, pasa prácticamente las 24 horas del día juntos. Fueron momentos en los cuales aprovechábamos de lo bueno de cada uno y disfrutábamos al máximo mientras aprendíamos sobre cultura y Europa.

20 de mayo de 2011

Contravía: De por qué me regresé a Venezuela



Hace 4 años regresé a Venezuela. Había vivido gran parte de mi vida fuera de mi país y ya estaba acostumbrada a ser una extranjera más; adaptándome a otras costumbres y ciudades. Sin embargo, luego de haberme graduado de la universidad y de trabajar durante 1 año en Miami, decidí que ya era la hora de regresar.

En el momento (y creo que todavía), todos me veían con cara de loca, y me preguntaban si yo tenía idea de lo que estaba haciendo. En más de una oportunidad, me echaron broma diciéndome que iba en contravía, y que lo peor que podía hacer era regresar a Venezuela en la loca situación del país. Pero yo estaba segura; hacía mucho tiempo que había tomado la decisión de volver a mi caótica Venezuela.

Obviamente no voy a mentir diciendo que E no tuvo un gran peso sobre mi decisión. Teníamos en ése momento 6 años juntos, prácticamente todos de los cuáles habían sido a distancia; sufriendo y llorando en cada despedida. Por supuesto que ya quería poder vivir en la misma ciudad que E y compartir de la misma manera en que las parejas normales viven día a día. Claramente él tuvo un gran peso sobre mi decisión, porque el corazon me decía que ya era hora de estar juntos de verdad (y algo de razón tenía, porque aquí seguimos después de todo este tiempo). Pero mi decisión de volver la había hecho antes de saber que me iba a enamorar de él.

"El Plan" era que estudiaría la universidad en Venezuela, pero las circunstancias cambiaron mi camino, y terminé estudiando en Miami. Me había criado pensando que iba a estudiar la universidad en Caracas, y que después de tantos viajes llegaría la calma de establecerme, hacer mis amigos, mis costumbres y mi vida. Quizás fue por eso que sabía cuando me fui que sería algo temporal y que algún día regresaría. Soy y siempre he sido una persona muy determinada, y cuando tomo una decisión, nadie me puede detener. Decidí regresar, hacer una vida acá y crearme de esa manera mi propio futuro. Siempre había querido ser dueña de mi vida, teniendo un negocio propio para algún día tener la libertad de hacer una familia sin deberle nada a nadie. Sabía que eso era algo que podría hacer en Venezuela con trabajo y esfuerzo. Poco a poco lo he logrado, y sé que si me hubiese quedado en los Estados Unidos, quizás lo hubiese podido hacer, pero hubiese sido mucho más difícil.

La verdad es que la razón por la cual decidí regresar a Venezuela era más profunda. El ‘problema’ es que yo amo a mi país. No voy a decir que es el mejor país del mundo, porque cada país tiene sus defectos y cualidades; trivialidades que los hace únicos para su gente. Pero para mí es un país maravilloso lleno de un encanto y una alegría mágica. Pero lo más importante es que es mío. Este es el lugar de donde yo soy. A pesar de haber estado en el otro lado del mundo, de haber hablado otro idioma, y de estar rodeada de costumbres diferentes, mi esencia siempre ha sido Venezuela. Quizás tiene que ver con el hecho de que pasé mi niñez viajando por el mundo y en el fondo tenía la necesidad de echar raices en algún lugar.

Decidí regresar a Venezuela, en contra de todos, en contravía y contracorriente porque aún tenía mucho por aprender y conocer de mi país. No había tenido la oportunidad de conocer cada huequito de Caracas, de hablar con su gente, de bajar a la Guaira un fin de semana de mayo, de ver el Roraima de cerca, de comerme un sándwich de pernil en Galipán. Aún no había visto el Salto Ángel, ni había escuchado todos los chistes de Jaimito (o de su sucesora, Alicia Machado), ni mucho menos había visto a los Leones quedar campeones en el estadio. No había criticado lo suficiente al gobierno de turno, ni me había comido casi tequeños mientras bailaba escuchando a Tártara en el fondo. Me hacía falta reirme viendo la Orquídea, y de conversar con algún extraño en una de esas colas eternas que siempre hay en algún ente público. Habían mil idiosincracias que no había visto ni conocía, y mi corazón me pedía que no podía dejar pasar mi vida sin verlas de cerca, sin sentirlas y vivirlas de verdad. Había visto muchas cosas de Venezuela, pero no era suficiente, necesitaba mucho más. Quería sentir que un lugar era mío, y ser de un lugar de verdad.

No me arrepiento de haberme venido, si algo doy gracias a Dios de haberme dado la oportunidad de poder disfrutar a mi país y mi gente. Yo sé que hay mucho (muchísimo) que tenemos que mejorar, pero estoy convencida de que es un reto que podemos cumplir si comenzamos por nosotros mismos. A pesar de tantas cosas malas, sé que lo podemos hacer. Por supuesto, tengo los ojos abiertos y no estoy ciega ante lo que pasa día a día en el país. Sé que hay cosas que salen de nuestras manos y si llega el momento, tomaré la decisión que no he querido tomar hasta ahora. Si siento que mi futuro se ve realmente comprometido, haré lo que tenga que hacer por mi. Pero antes pienso luchar hasta el último momento posible porque veo el potencial que hay aquí y porque sé lo feliz que puedo ser en mi país, mi casa, mi Venezuela.

Aquí les dejo un comentario adicional de cómo es esa Venezuela Que Yo Quiero y que sé que podemos lograr si empezamos por nosotros mismos.

8 de abril de 2011

Rajasthan



Estado de Rajasthan - Noroeste de India


India es un país con una cultura extremadamente rica, cargada de contrastes y variaciones. Vivir durante 2 años y medio en aquel país tan lejano te permite conocer y ver de cerca muchos de esos contrastes. La mejor manera de conocer un país tan extenso y grande como la India es viajando a través de su territorio y visitando aquellos lugares icónicos que hacen de aquel país un lugar tan misterioso y lleno de encanto. Uno de los lugares a los que viajamos varias veces fue al estado de Rajasthan ubicado en el norte de la India. Probablemente han visto alguna imagen proveniente de este fascinante lugar ya que es unos de los lugares más turísticos del país.


Jodhpur - La Ciudad Azul

Gracias a que India es una tierra antigua en donde existió una gran dinastía hace siglos atrás, muchos de los hoteles en los que nos hospedamos fueron en algun momento palacios que utilizaban los antiguos Maharajas. Tuvimos la oportunidad de quedarnos en el Umaid Palace ubicado en las afueras de la ciudad de Jodpur (conocida como Blue City por sus edificios pintados de azul). Esto quizás fue una de las cosas que más me gustó de viajar a Rajasthan. Las habitaciones eran inmensas con techos altos y alfombras de seda. Los empleados de los hoteles nos trataban como realeza, y era especialmente interesante verlos vestidos en trajes típicos elegantes. Las instalaciones impecablemente mantenidas y las comidas; grandes banquetes con ricos platos típicos de la región. Otro de los hoteles en el cual nos hospedamos fue el Lake Palace Hotel; como su nombre lo dice, es un palacio flotante’ en el medio de un gran lago.



En la subida del Amber Fort

Estando en Rajasthan fuimos a varios lugares típicos como el Palacio de Los Vientos en Jaipur, y por supuesto, el infantable paseo al Amber Fort. Lo más divertido de visitar el Amber Fort tiene que ver más con la manera de llegar al lugar que con el fuerte como tal. La única forma de subir al fuerte era a través de un paseo en elefante que duraba unos 15 o 20 minutos. Confieso que la primera vez que subimos al fuerte temí ligeramente por mi vida. La pendiente es bastante inclinada y si han hecho alguna vez en sus vidas un paseo en elefante, saben que se mueven con bastante fuerza hacia los lados, asustándolo a uno bastante (sobretodo si hacia abajo hay un gran barranco). Por supuesto, no pasó nada, fue una increíble experiencia, y una vez llegamos al fuerte nos entretuvimos jugando con los monos (los cuales están en todos lados) y aprendiendo sobre las batallas que algún día se pelearon ahí.

Otro de los viajes que hicimos a Rajasthan ocurrió un tiempo después y fue completamente diferente. Nos habían dicho que bajo ninguna razón podríamos dejar de ir a la famosa feria de camellos que ocurre todos los años en el norte de la India. Por supuesto mis papás, que no se pelaban una oportunidad para conocer y explorar más de la India, armaron el paseo. El viaje comenzó en un tren que nos llevaba hasta Rajasthan. El tren es uno de los más importantes métodos de transporte de la India ya que alcanza practicamente todas las esquinas de ese país tan grande. Sorpresivamente, los vagones eran bastante limpios y decentes (aclaro que en la India este tipo de cosas sorprenden). La feria de Pushkar es un espectáculo al que definitivamente vale la pena ir. En ese oportunidad no nos quedamos en un palacio sino en un gran campanento lleno de cientas de carpas a las cuales llegan turistas provenientes del mundo entero. Esta feria de 5 días atrae aproximadamente unas 300,000 personas y unos 20,000 camellos anualmente. Se podrán imaginar lo impresionante que es ese espectáculo.


Feria de Camellos de Pushkar

Confieso que para mí fue un poco difícil de digerir esa feria. Los primeros días todo comenzó bien: veíamos a los campesinos y comerciantes negociar camellos, comida, decoraciones, y miles de artefactos necesarios para mantener un camello. Habían carreras, tiendas, comida, música, y miles de eventos pequeños ocurriendo a la vez. Sin embargo, al pasar los días, llegó un momento en el que me empecé a sentir asfixiada. No importaba adonde volteabas habías camellos y más camellos, miles de personas color gris cubiertas en arena, cientos de niños riéndose, cientos de hombres vendiendo cosas, mujeres cantando, música a todo volumen, jovenes tocando tambores, personas ofreciéndonos productos, todo tipo de olores de especies y de suciedad. 360° de gente, gente, más gente y aún más camellos. Recuerdo bien que llegó un momento en que cerré los ojos y le tocó a mi papá llevarme caminando el resto de la tarde, dirigiéndome todo el camino ya que yo no era capaz ni siquiera de abrir los ojos por un segundo. Quizás era demasiado para una niña ver. Tantas imágenes eran difíciles para mi cerebro procesar. Por supuesto un rato de descanso hizo que se me pasara todo y al día siguiente pude seguir paseando y viendo aquel lugar misterioso lleno de vida.


A pesar de lo miedoso que puede sonar, es un lugar increíble y fue una experiencia maravillosa. Mis papás disfrutaron enormemente comprando todo tipo de decoraciones, alfombras, y hasta una silla de camello. Nos dejó incontables recuerdos y un entendimiento más profundo de aquella rica cultura e historia que tiene la India. Es difícil imaginar a ese país, tan sobrepoblado hoy en día, teniendo una gran dinastía lleno de riquezas y lujos. Jaipur, Jodhpur, y Pushkar nos llevaron más cerca a entender a su gente, sus costumbres, y la importancia de sus tradiciones. Rajasthan fue quizás mi lugar favorito dentro de la India. La historia y color de sus ciudades y la maravilla de sus ferias lo convirtieron en un lugar completamente inolvidable para mí.


Para ver más fotos entren a:




1 de abril de 2011

Peleas


Mi hermano y yo, probablemente peleando por el carro zapato

Es increíble cómo la manera de resolver desacuerdos y discusiones va cambiando a medida que uno crece. Cuando uno es pequeño todo tiene una solución sencilla y rápida, pero los adultos tenemos la tendencia de complicar las cosas y hacer todo más difícil. A veces por falta de honestidad, otras por falta de creatividad.

Las discusiones entre mi hermano y yo siempre era resueltas de la misma manera. Todo empezaba porque alguno de los dos quería algo (por ejemplo, sentarse en la ventana) y gritaba Me pido la ventana. Esa era la pauta para una discusión larga y compleja la cual continuaba con la respuesto del otro Pues yo me pido la pelota, a lo que el otro le decía Entonces yo me pido el Nintendo y así sucesivamente hasta que uno de los dos gritara Me pido ser Dios. Eso era lo único que mataba a los demás me pido, era como la sacar papel ante la piedra y ganarse todo. El que decía que se pedía ser Dios ganaba todas las cosas que estaban en la lista de me pidos. Ahora, ¿por qué nunca decíamos que nos pedíamos ser Dios de primero en la lista? No sé. Quizás era un reto ver hasta donde llegábamos sin pedirnos ser Dios. Era un método absurdo, pero siempre funcionaba; el que perdía no tenía derecho ni siquiera de picarse.

Por supuesto, a medida que uno va creciendo se va complicando la manera de resolver discusiones, sobretodo cuando nos toca que lidiar con personas fuera de nuestra familia. Yo no podía pasar demasiado tiempo peleada con mi hermano porque a la hora de la cena me iba a tocar sentarme al lado de él de todas formas. Sin embargo, con mis compañeritos era otra historia. El desacuerdo más común entre los niños llevaba a que el picado se llevara la única pelota del partido (que había llevado él), y que los demás niñitos se quedaran sin diversión, sin amigo y sin pelota. Afortunadamente, cuando uno es niño olvida las razones por las cuales uno se molesta rapidito. Basta con un par de perdones y darle la atención necesaria al picado, para que no pase mucho tiempo cuando ya estén los niños jugando con la pelota de nuevo.

El problema llega cuando somos adultos. Cuando crecemos nos enredamos nosotros mismos y no sabemos cómo resolver los problemas con los demás. Si bien es cierto que los problemas cuando uno es adulto son más serios que cuando uno es niño, al final son las mismas historias las que nos llevan a discutir. A veces queremos las mismas cosas, y en el mundo de los grandes no se vale pedirse ser Dios. A veces queremos cosas distintas que nos llevan a distanciarnos, y siempre hay uno que se lleva la pelota y acaba con la alegría del otro.

Desafortunadamente, los adultos no olvidamos las cosas tan fácil. Recordamos con rencor las cosas que nos hirieron. Todo sería mucho más fácil si pudiéramos ser honestos con nosotros mismos y con los demás. Hay veces que nos toca aceptar que, aunque queremos lo mismo, hay cosas que sencillamente no funcionan y hay momentos en los que tenemos que darle el paso a lo nuevo. Hay veces que tenemos que ser honestos con los demás. Tenemos que recordar que somos humanos, todos cometemos errores, y todos hemos herido a alguien; tanto a propósito como sin querer. Es difícil perdonar, y es difícil llegar a un acuerdo que deje a todos felices, pero hay veces que tenemos que intentarlo. Hay cosas que valen que lo intentemos.

Es cuestión de escuchar. Es cuestión de intentar de ponernos en la posición de la otra persona y tratar de comprender su punto de vista. Una cosa tan sencilla como ésa puede ayudarnos a solucionar un problema que de lo contrario no sabríamos como resolver. Quizás sería más fácil recordar cómo resolvíamos nuestras peleas cuando éramos pequeños para ver si así aprendemos a terminar con las discusiones y comenzar con la comprensión.

29 de marzo de 2011

Link Tuesday

Aquí les paso varios enlaces de cosas que me han llamado la atención en la última semana!

Cómo aplicar Maquillaje Básico para el día - Una Mujer Como Tú

Excelente blog con lo más nuevo del cine mundial y una que otra cosa del cine venezolano

10 episodios de Seinfeld que no hubiesen pasado con la tecnología de hoy

Slideshow de fotos de la hermosísima Elizabeth Taylor

Gente recrea fotos viejas

Un beagle muy hermoso

Increíble historia de heroismo japonés

Nueva página de Fashion de Tyra Banks. Tremendos consejos!

24 de marzo de 2011

Mis 15 Minutos


En Oliver Twist (segunda de der a izq)

Hay veces que toca aceptar que hay cosas para las que no servimos. En mi caso particular, me tocó aprenderlo por la manera más larga y complicada. Por alguna extraña razón, de pequeña quería estar en el showbusiness. Creo que probablemente en el fondo lo que quería era satisfacer aquella necesidad infantil de ser el centro de atención. Al final, no me importaba cual era el camino artístico que me llevaría a la fama.

Luego de que se me pasara la fiebre de querer ser Miss Venezuela como a los 7 años, decidí unirme a cual obra de teatro o show colegial que podría existir. Todo comenzó en contra de mi voluntad; pues en los colegios que estudiaba nos ponían a hacer shows y cantar canciones a cada rato para los papás. No sé por qué en los colegios americanos insisten tanto en convertirlo a uno en un artista. Pero así era, de show escolar en show escolar, jurando además que me la estaba comiendo.

La cosa se intensificó cuando nos mudamos a la India. El AES (American Embassy School) no era un colegio común y corriente, sino parecía más como una universidad en Estados Unidos; con un teatro en el cual cabían unas 2000 personas. Todos los años montaban una obra de teatro en la cual participaban estudiantes de Middle y High School. Esto era una actividad extracurricular a la cual uno se anotaba voluntariamente. Sin embargo, éstas obras no eran un juego, pues no tenían nada que envidiarle a cualquier obra de Broadway. Tenían un escenario envidiable y una orquesta tocando las canciones en vivo. Varios de los actores principales (que eran tan solo alumnos del colegio) terminaron haciendo una carrera actuando en Bollywood o en teatro en los Estados Unidos. Las obras eran todo un acontecimiento.

No recuerdo la circunstancia que me llevó a meterme a actuar la primera vez, pero sí tengo un vago recuerdo de audicionar para un papel en la obra de teatro Oliver Twist. Cuando quedé seleccionada no podía de la emoción. Hoy en día, pensando todo fríamente, creo que probablemente le tenían que decir que sí a todos los alumnos que audicionaban, ya que las obras requerían de un gran elenco y no era tantos los muchachos que se anotaban a actuar. Yo, como varios otros compañeros, tenía un papel doble: sería de huérfano y ladrón. Varias tardes de la semana eran dedicadas a los ensayos de canciones y coreografías que eran parte de la famosa obra de Charles Dickens. Cuando llegó el día del estreno de la obra, estaba bastante nerviosa, pero sabía que todo saldría bien, pues llevábamos meses ensayando. Yo juraba que estaba haciendo mi carrera directo hacia los Oscar’s cuando, en el medio del show, vi la lucecita roja de la filmadora de mi mamá (por alguna extraña razón, la única lucecita roja en el teatro completo) a la cual procedí a saludar disimuladísimamente con una sonrisota. Súper metida en el papel, ¿no?

A pesar de las burlas de toda mi familia al ver el video en repetidas ocasiones, poniendo pausa-rewind-play no-sé-cuantas-veces solo para reírse de mí, el año siguiente decidí volver al teatro. Esta vez fui un pirata en la obra Pirates of Penzance en la cual fui mucho mejor, ya que por lo menos no hubo saluditos al público en el medio del show. Sin embargo, al terminar esta nueva experiencia teatral, me dí cuenta de que no servía mucho para la actuación, por lo cual decidí que lo que me llevaría a la fama sería la música.


Mi look para la audición - muy Clueless

Antes de continuar, debo decir que la siguiente historia es bastante vergonzosa, pero estoy dispuesta a compartirla solo por hacer mi punto aún más válido y que entiendan que hay veces que hace falta decirnos a nosotros mismos mamita, no vas pal' baile. Empecé a obsesionarme con Laura Pausini que estaba pegadísima en esa época, y creí que quizás mi camino a la fama sería por los Grammy's. En el caso de la actuación por lo menos podía meter el paro, pero con la música sí puedo decir que no sé cantar. Nada. El problema era que la Fabiana de 12 años pensaba que cantaba hermosamente. La historia es que anunciaron que habría un Talent Show en AES y decidí que, ¿por qué no? haría la audición para ver si quedaba. Un Talent Show es básicamente como America’s Got Talent versión colegio. Vas a audicionar para cualquier cosa que muestre tu talento artístico y, si quedas, hay un show en donde todos hacen su performance. Decidí que me metería en el show con mi mejor amiga Rejanne, una muchacha de Sri Lanka, y que cantaríamos la canción Se Fue de la Pausini. Por si no sabían, en Sri Lanka se habla singalés, es decir, ni papa de español. Ensayábamos en las tardes sin parar y teníamos una coreografía y hasta ropa escogida para el día de la audición. Cualquier persona que escuchara a mi querida amiga Srilanqueña (ni idea como se dice) cantar juraría que sabía hablar español perfecto. Admito que fui buena profesora. Pero al final, cuando llegó la hora de la verdad, rajamos. No nos atrevimos ni siquiera a acercarnos al teatro para hacer la audición. En el fondo creo que fue una señal angelical que me detuvo de hacer el ridículo. Menos mal no fuí, estoy consciente de que hubiésemos quedado como aquellos participantes de American Idol de los cuales se burlan constantemente.


Tocando saxo

Si creen que mi intento de llegar a la fama termina aquí, están equivocados. Ahí comenzó mi historia con el saxofón. Ya para ese momento tenía 2 años tocando saxo alto en la banda del colegio. No hubo mucha mística para el momento de decidir cual instrumento aprendería a tocar, ya que Justin, el niñito que me gustaba, tocaba saxofón; creí que tocando el mismo instrumento lograría sorprenderlo. Never happened. Nos mudamos a Caracas y en el Campo Alegre me invitaron a participar en una banda de Jazz. En algún momento pensé que el saxo podría ser algo divertido para hacer como una carrera secundaria, aunque eso significara escuchar el chistecito eterno de tú tocas sexo, digo saxo todo el tiempo. Tomé clases con un gran maestro venezolano llamado Carreño que daba clases a la Sinfónica Juvenil, pero la verdad es que nunca fui tan disciplinada; era buena, pero tampoco era tan buena. Con el tiempo se me fue pasando la fiebre a pesar de que confieso que fue divertido tocar saxo en la gaitas del Peñón. Sí. Saxo en gaitas. Raro, lo sé.


Graduación del Peñón

Eventualmente me dí cuenta de que todo el tiempo había estado equivocada y que la verdad: no quería ser el centro de atención. Se me quito la idea loca de seguir un camino hacia la fama y seguí una vida anónima. Eso sí, decidí cerrar con broche de oro mi etapa musical tocando I Don’t Wanna Miss A Thing en la graduación del colegio. A pesar de mi perseverancia, aprendí que hay cosas en las que definitivamente aplica eso de lo que es del cura, va para la iglesia. En mi caso, esa vida de fama artística, actoral, y musical, no va para ningún lado.

Porque no podía dejarlo todo así, les pongo 2 clips de mi "camino a la fama" que nunca fue.




Parte de Oliver Twist, haciendo mi actuación magistral. Por favor miren al final como casi me caigo




Como no puedo quedar tan mal, les dejo otro de cuando tocaba en la banda en AES,
les debo los videos de mi época de Jazz que fue como 4 años más tarde

18 de marzo de 2011

Comuniquémonos


En el teléfono

La tecnología y la manera de comunicarnos ha cambiado completamente nuestras vidas. Aquellos días de las cartas escritas a mano, los teléfonos pegados a la pared y los tele-mensajes se acabaron. Hoy en día es fácil y rápido conectarnos, tenemos miles de maneras de expresarnos, escuchar, y ser escuchados. Entre twitter, facebook, blackberry, iphone, y skype (entre tanto más) tenemos el mundo, literalmente, en nuestras manos.

Mi primer recuerdo de tratar de comunicarme a lo lejos con algún ser querido fue con mi amiga Alberta en España desde Estados Unidos. No me quedaba otra opción que enviar cartas. Si hoy en día enviar cartas por el correo regular tarda, imagínense en el principio de los ’90. Pasaban meses cuando recibía una respuesta de Alberta, y lo más probable es que todo lo que estaba en la carta ya era completamente irrelevante. Pero qué emoción me daba recibir cartas de mi querida amiga española.



Carta a Alberta - 7 añitos

La gran solución a nuestro problema comunicacional llegó 1 o 2 años después cuando ya estabámos mudados a Caracas de nuevo. Vivíamos en una pequeña urbanización en Chuao en la esquina de cual había una gran casa vacía que estaba a la venta. Varios de los niños que vivíamos en la urbanización pasábamos las tardes metidos en esa casa jugando y divirtiéndonos. El proceso para entrar en la casa era bastante complicado: nos metíamos por el jardín, subíamos unas escaleras que daban a una ventana mal cerrada y por ahí entrábamos al paraíso de cualquier niño. Fue en una de esas oportunidades en la cual descubrimos en el vacío de la casa un teléfono en el piso de la sala. Esa fue nuestra salvación. Pasábamos horas en el teléfono llamando a España y a Estados Unidos a nuestros amigos. Llamábamos a números al azar y les decíamos que se habían ganado la lotería ( jurábamos que nos la estábamos comiendo), y hacíamos cualquier cantidad de bromas telefónicas. Nunca nos descubrieron. En algún momento los dueños de la casa quitaron el teléfono, pero tontísimamente, no cortaron la línea telefónica. Definitivamente no contaban con nuestra astucia. Era tan simple como llevarse un teléfono de nuestra casa, y voilá una llamada más a España (que no le haría daño a nadie).

En ésa época las llamadas telefónicas eran carísimas, sobretodo a larga distancia. Siempre recordaré que en casa de mi abuela en Gochilandia había un solo teléfono en la cocina de aquellos viejos con la ruedita que había que girar para marcar los números. Por supuesto, la mejor solución en donde mi abuela era poner un candado para asegurarse de que nadie hiciera llamadas ni a Caracas. Eso convertía mis vacaciones en una isla de incomunicación en la cual no sabía nada de nadie por unos meses.

Cuando nos mudamos a Delhi todo se complicó. Una llamada desde la India a cualquier otro país era un proceso lento y enredado. Había que marcar unos números, colgar y esperar la llamada que te conectaba con Venezuela. Cuando uno lograba comunicarse, había un delay de sonido como de 15 segundos. Cuando decías ¿cómo están todos?, debías esperar una eternidad para escuchar ¿como están por allá?. Era un fastidio coordinar las conversaciones y nada tenía lógica. Está claro que hablamos muy pocas veces por teléfono con mi familia durante esa época. Nuestra manera de comunicación era limitada a un fax que intercambiábamos cada 3 meses con toda la información posible de lo nuevo que estaba ocurriendo en nuestras vidas. En ésa época mi papá era de las pocas personas que tenía e-mail aunque de nada le servía ya que más nadie de mi familia sabía qué era la Internet.

La llegada de la Internet a nuestras vidas fue revolucionando la manera de comunicarnos poco a poco. Ya estaba en Venezuela de nuevo cuando abrí mi primer Hotmail y comencé a utilizar el Chat de ICQ (se acuerdan de eso?). Mis tardes las pasaba ocupadas chateando y leyendo chistes en Taima.com (ni idea si todavía existe). Usaba Yahoo e Infosite para buscar información en la web, lo cual prefería antes de insertar el floppy de Encarta a mi computador. Aunque probablemente era más rápido el floppy ya que mientras el módem hacía la llamada que conectaba a la Internet pasaba una eternidad. De un momento a otro, sin darnos cuenta, la Internet se volvió todo, se convirtió en nuestro día a día. A Hotmail lo reemplazó Gmail, a Yahoo lo reemplazó Google y ICQ cambió por el MSN. Me da risa recordar que cuando me mudé a Miami a estudiar la Universidad, apenas podía comunicarme con mi novio en Caracas. Las llamadas me salían carísimas y no existía BB Messenger. En vez de skype usábamos un programa que se llamaba NetMeeting el cual era pésimo, pero hacía el efecto. Eso fue tan solo en el 2002, pero en términos de comunicación se siente como siglos.

Para mí lo que cambió todo fue Facebook, por lo que estoy de acuerdo con la revista Time de darle a Zuckerberg el título de Man of The Year (aunque se lo merecía como 2 años antes). Cuando empecé a usar Facebook era privado y solo para estudiantes universitarios dentro de Estados Unidos. Revolucionó todo. Se convirtió en una adicción y pasábamos el tiempo subiendo fotos y comentando en los muros de los demás. Debo admitir que cuando Facebook se convirtió público me molestó en un principio, pero jamás imaginé cuánto lograría para la comunicación. Poco a poco fui reencontrando amigos: de Caracas, de la India, de New Mexico, de preescolar y hasta de Madrid conseguí a Alberta. Fue increíble reconectarme con viejos amigos; jamás pensé que volvería a saber de ellos.


Cuchy recibiendo su iPad de regalo!

La comunicación ha cambiado nuestras vidas. Hoy en día tenemos infinitas posibilidades y medios para expresarnos y conectarnos. A veces me da miedo pensar qué podría venir ya que siento que hoy en día ya tenemos todo lo posible. Por eso me sorprende cuando descubro algún avance tecnológico que nos ayudar a comunicarnos aún más. No puedo creer cómo ha cambiado el mundo. Siempre pienso que si me sorprenden los cambios a mi en tan solo 26 años, mis abuelas no deben poder creer lo que ven con el avance de la tecnología. Cuando Cuchy, mi abuela maracucha, nació, hacía apenas 2 o 3 décadas que había llegado la electricidad a Venezuela. Hoy en día Cuchy tiene un iPad, y basta que subas una foto en Facebook para que ella la esté comentando. En palabras de Cuchy la maracucha: Vai pue’.

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25 de febrero de 2011

Las 10 Series Que Marcaron Mi Adolescencia

A todos nos gusta ver televisión de vez en cuando y hay ciertos programas que nos marcan la existencia de alguna manera. Puede ser que sea controversial o estúpida, pero la verdad es que la televisión se ha metido en nuestras mentes para mostrarnos un punto de vista en particular. Queda en nosotros tomarlo o dejarlo. Sumándole a eso la inmadurez de la adolescencia, hay programas que marcan nuestras vidas más allá de lo cotidiano. Aquí van los 10 programas de televisión que más marcaron mi adolescencia:



1: Beverly Hills 90210: Cuando salió este programa yo vivía en el fondo del tercermundismo de la India. Empezarón a pasarlo en Sony (sí, en esa época existía Sony en Asia) y fue completamente impactante. Primero lidiaba con temas que ningún otro programa trataba. Segundo, todo era un chisme divertido e interesante. Tercero, a cual chama no le gustaba Luke Perry, el tipo malo de la serie? En el momento cambió el mundo porque era la primera serie para jóvenes en la que de verdad hablaban como jóvenes. Por cierto, menos mal me enganché a esta y no a Perdidos en el Espacio, la cual pasaban como si fuese un estreno (a pesar de tener unos 20 años). Para mí, 90210 se cayó en el momento en que Brenda salió de la serie. Nnunca fue lo mismo ya que lo que más me entretenía de la serie era el noviazgo de ella y de Dylan. También perdí interés cuando se puso demasiado intensa pues yo estaba muy niña aún cuando salió la serie y no entendía bien algunos de los temas que llegaron a tocar.



2: Salvado por la Campana: Marcó pautas en cuanto a televisión para adolescentes. Me encantaba este programa que trataba de un poco de chamos que se metían en tremenduras en el colegio. Ligaba a que algún día Lisa le parara al nerdito de Screech y que Jessie le espernancara una cachetada de una vez por todas a Slater. Jugaba con mis amiguitas que yo (obviamente) era Kelly Caposki y soñaba con algún día conseguirme a mi Zack Morris. Fue una serie divertidísima y todos queríamos poder lograr las tremenduras que hacían los chicos de Bayside. Además, dentro de todo, era una serie muy sana y a pesar de que lidiaba con temas fuertes como el divorcio, nunca llegó a corromperse como sí lo hizo 90210.



3: El Principe del Rap: Una de las series más divertidas para ver en las Tardes Felices de Venevisión. Empezando por la canción sobre como Will llega a Philadelphia la cual me sabía a la perfección. Quien diría que ahora ese mismo Will tiene un par de mocositos superstars en Hollywood. Admito que nunca fue tan divertido ver la serie en inglés como doblada. El doblaje era gracioso y como de comiquita. Todos queríamos a un primo como Will (aunque no tanto un tío como Phil) y un pana como el DJ Jazzy Jazz. Traté incontables veces de imitar el pasito de baile famoso de Carlton pero es casi tan difícil de imitar como el de Elaine Benes de Seinfeld.


Carlton bailando "It's not unusual to be loved my anyone"



4. 3X3 (Full House): Otra programa de Tardes Felices el cual no me perdía. Posiblemente empecé a verlo antes de la adolescencia, pero fue mi programa favorito por mucho tiempo después. La combinación de los tíos y las sobrinas era divertidísima, y el romance entre el Tío Jesse y Becky, un vacilón. Lo que sí terminaba siendo un fastidio eran los incontables capítulos en los que Jesse cantaba con los Beach Boys. Hasta cuando con los Beach Boys? Me sorprendí años después cuando vi un stand-up de Danny Tanner (Bob Saget) y descubrí que el tipo es medio obsceno haciendo chistes (y graciosísimo también). Sin duda una de las series que más me gustaba cuando era chama.



5. Dawson’s Creek: La mamá de las novelas de adolescentes. Probablemente el programa que más disfruté de todos. Me veía los capítulos y al día siguiente era de lo primero que hablaba en el colegio con mis amigas. El eterno drama entre Joey y Dawson era una adicción. Todos dudábamos si de una vez por todas ella iba a entregarle a él su florecita, ese storyline nos mantenía a todos enganchados. Lo irónico es que al final de la serie me hubiese picado si Joey no hubiese quedado con Pacey. Ay es que eran el uno para el otro vale! Me seguí viendo la serie aún cuando se fueron a la universidad. Por cierto, juré que los dormitorios de las universidades eran como los que aparecían en la serie y mi gran sorpresa fue descubrir que son como 1/8 parte de esos cuartos. Damn you Worthington University!



6: Felicity: Esto era el Candy Candy de la televisión no animada. Admito que me gustaba mucho la serie, pero hay que ver que Felicity estaba completamente loca. Decide cambiar sus planes de vida y perseguir a Ben a New York después de que el tipo le escribe algo así como Nunca Cambies o TQQJ en el anuario. Felicity no se dió cuenta de que son expresiones y que realmente no significaba que Ben de verdad la quería que jode ni mucho menos que lo persiguiera hasta NY. Con todo y eso, la serie era buena, quizás más para mujeres que para hombres, pero era buena. A diferencia del resto del mundo, no paré de verla cuando ella se cortó el peló, sino cuando en la última temporada la roomate bruja devuelve el tiempo para que Felicity cambié el pasado. Sí. Así terminó la serie.



7. A Todo Corazón: La primera (y única para mi) serie juvenil exitosa que sacó Venevisión. Quizás era algo personal porque yo estaba cambiando de colegio a uno venezolano y el programa me ayudó a entender todo un poco más. Pero por Dios, fue un excelente show. Dónde está ese tipo de programación hoy en día? Definitivamente VV decidió mandarlo todo al cipote. De A Todo Corazón salieron una cantidad de estrellas incluyendo a Roque Valero que en ésa época hacía como del “amigo” en el programa. Yo era de las que compraba la revista de la serie y pegaba los afiches que traía en mi pared. Lo admito con verguenza, pero con dignidad. Lo hice.



8. CSI: Esta serie llegó a mi vida cuando yo tenía unos 16 años. Todos nos volvimos adictos a ella. Estoy segura que en casi todos los laboratorios criminalísticos del mundo hay algún tipo mentándole la madre a esta serie por arruinarle la vida. Ahora todos nos creemos los Grissoms ante cualquier situación criminal. Como ejemplo, hace un tiempo nos robaron un objeto en un Burger King por el cual hicimos toda una invesitgación para determinar quién fue el ladrón. Cuando llegamos con las evidencias a la policía nos miraron con cara de WTF y casi nos dicen no mija, aquí no sacamos huellas digitales. Todo un fiasco. Caso cerrado, crimen no resuelto. Pero seguimos viendo la serie con la esperanza de que algún día nos pueda ser útil así sea para descubrir quién se robó el último pedazo de torta de la nevera.



9. Friends: El non plus ultra de la televisión para adolescentes ( y adultos, y niños y viejos y todos). Todavía soy de las que acompaño mis almuerzos todos los días con los capítulos repetidos (los pasan a la 1pm por Warner). Todos queríamos - ok, está bien - queremos ser como Joey, Chandler, Monica, Rachel, Phoebe, o Ross. Como mínimo quisiéramos tener amigos como ellos. La verdad es que la idea de vivir en NY en el mismo edificio que tus panas, y pasar todo el día en el Central Perk no suena nada mal. La verdad, confieso que mi personaje favorito siempre fue Chandler. Definitivamente era el más gracioso, y la historia de su mamá/papá? Priceless. Todos tenían su detalle que los hacían divertidos y relevantes. En algún momento de nuestras vidas podemos sentirnos identificados con alguna historia de la serie. Para mí, la mejor comedia que ha existido hasta el momento.



10. El Chavo: Nunca podría faltar nuestro queridísimo Chavo. Una serie que trasciende edades, épocas y generaciones. Es impresionante el alcance que logró esta serie mexicana y como, practicamente todos los venezolanos, nos enamoramos de esta historia. A nadie le pareció curioso el hecho que el Chavo era un tipo como de 40 años vestido de niño y con pecas pintadas en la cara. De la serie salieron frases clásicas que aún hoy en día muchos de nosotros recordamos: Pero no se enoje, Es que no me tienen paciencia, Tenga barriga señor paciencia, y la próxima vez, vaya a molestar a su abuela, Chanfles..entre tantas otras más. Mi favorito: los capitulos en que estaban en clase con el Profesor Jirafales (conocido en los bajos fondos como el Maestro Longaniza) y Ñoño empezaba a fastidiar a todo el salón. Aunque confieso que el Chavo en Acapulco fue especialmente divertido. Estamos todos claros que esa serie jamás podrían grabarla hoy en día. Un niño huérfano que vive en un barril. El dinero que le pagan por lo que sea lo usa para comprar pasteles de jamón. Que qué son pasteles de jamón? nadie sabe. Todo el mundo le pega. Ron Damón es medio alcohólico, la Bruja de 71 es medio stalker con el pobre viejo, a Doña Florinda la alborotan y nunca la terminan de sacar, hay violencia doméstica y verbal, y Kiko es más idiota imposible. Sin embargo, como nos gozamos esta serie. Sin duda marcó mi adolescencia y probablemente la de muchos más.

Lo mejor para mi? Los capítulos donde estaban en clase con