24 de marzo de 2011

Mis 15 Minutos


En Oliver Twist (segunda de der a izq)

Hay veces que toca aceptar que hay cosas para las que no servimos. En mi caso particular, me tocó aprenderlo por la manera más larga y complicada. Por alguna extraña razón, de pequeña quería estar en el showbusiness. Creo que probablemente en el fondo lo que quería era satisfacer aquella necesidad infantil de ser el centro de atención. Al final, no me importaba cual era el camino artístico que me llevaría a la fama.

Luego de que se me pasara la fiebre de querer ser Miss Venezuela como a los 7 años, decidí unirme a cual obra de teatro o show colegial que podría existir. Todo comenzó en contra de mi voluntad; pues en los colegios que estudiaba nos ponían a hacer shows y cantar canciones a cada rato para los papás. No sé por qué en los colegios americanos insisten tanto en convertirlo a uno en un artista. Pero así era, de show escolar en show escolar, jurando además que me la estaba comiendo.

La cosa se intensificó cuando nos mudamos a la India. El AES (American Embassy School) no era un colegio común y corriente, sino parecía más como una universidad en Estados Unidos; con un teatro en el cual cabían unas 2000 personas. Todos los años montaban una obra de teatro en la cual participaban estudiantes de Middle y High School. Esto era una actividad extracurricular a la cual uno se anotaba voluntariamente. Sin embargo, éstas obras no eran un juego, pues no tenían nada que envidiarle a cualquier obra de Broadway. Tenían un escenario envidiable y una orquesta tocando las canciones en vivo. Varios de los actores principales (que eran tan solo alumnos del colegio) terminaron haciendo una carrera actuando en Bollywood o en teatro en los Estados Unidos. Las obras eran todo un acontecimiento.

No recuerdo la circunstancia que me llevó a meterme a actuar la primera vez, pero sí tengo un vago recuerdo de audicionar para un papel en la obra de teatro Oliver Twist. Cuando quedé seleccionada no podía de la emoción. Hoy en día, pensando todo fríamente, creo que probablemente le tenían que decir que sí a todos los alumnos que audicionaban, ya que las obras requerían de un gran elenco y no era tantos los muchachos que se anotaban a actuar. Yo, como varios otros compañeros, tenía un papel doble: sería de huérfano y ladrón. Varias tardes de la semana eran dedicadas a los ensayos de canciones y coreografías que eran parte de la famosa obra de Charles Dickens. Cuando llegó el día del estreno de la obra, estaba bastante nerviosa, pero sabía que todo saldría bien, pues llevábamos meses ensayando. Yo juraba que estaba haciendo mi carrera directo hacia los Oscar’s cuando, en el medio del show, vi la lucecita roja de la filmadora de mi mamá (por alguna extraña razón, la única lucecita roja en el teatro completo) a la cual procedí a saludar disimuladísimamente con una sonrisota. Súper metida en el papel, ¿no?

A pesar de las burlas de toda mi familia al ver el video en repetidas ocasiones, poniendo pausa-rewind-play no-sé-cuantas-veces solo para reírse de mí, el año siguiente decidí volver al teatro. Esta vez fui un pirata en la obra Pirates of Penzance en la cual fui mucho mejor, ya que por lo menos no hubo saluditos al público en el medio del show. Sin embargo, al terminar esta nueva experiencia teatral, me dí cuenta de que no servía mucho para la actuación, por lo cual decidí que lo que me llevaría a la fama sería la música.


Mi look para la audición - muy Clueless

Antes de continuar, debo decir que la siguiente historia es bastante vergonzosa, pero estoy dispuesta a compartirla solo por hacer mi punto aún más válido y que entiendan que hay veces que hace falta decirnos a nosotros mismos mamita, no vas pal' baile. Empecé a obsesionarme con Laura Pausini que estaba pegadísima en esa época, y creí que quizás mi camino a la fama sería por los Grammy's. En el caso de la actuación por lo menos podía meter el paro, pero con la música sí puedo decir que no sé cantar. Nada. El problema era que la Fabiana de 12 años pensaba que cantaba hermosamente. La historia es que anunciaron que habría un Talent Show en AES y decidí que, ¿por qué no? haría la audición para ver si quedaba. Un Talent Show es básicamente como America’s Got Talent versión colegio. Vas a audicionar para cualquier cosa que muestre tu talento artístico y, si quedas, hay un show en donde todos hacen su performance. Decidí que me metería en el show con mi mejor amiga Rejanne, una muchacha de Sri Lanka, y que cantaríamos la canción Se Fue de la Pausini. Por si no sabían, en Sri Lanka se habla singalés, es decir, ni papa de español. Ensayábamos en las tardes sin parar y teníamos una coreografía y hasta ropa escogida para el día de la audición. Cualquier persona que escuchara a mi querida amiga Srilanqueña (ni idea como se dice) cantar juraría que sabía hablar español perfecto. Admito que fui buena profesora. Pero al final, cuando llegó la hora de la verdad, rajamos. No nos atrevimos ni siquiera a acercarnos al teatro para hacer la audición. En el fondo creo que fue una señal angelical que me detuvo de hacer el ridículo. Menos mal no fuí, estoy consciente de que hubiésemos quedado como aquellos participantes de American Idol de los cuales se burlan constantemente.


Tocando saxo

Si creen que mi intento de llegar a la fama termina aquí, están equivocados. Ahí comenzó mi historia con el saxofón. Ya para ese momento tenía 2 años tocando saxo alto en la banda del colegio. No hubo mucha mística para el momento de decidir cual instrumento aprendería a tocar, ya que Justin, el niñito que me gustaba, tocaba saxofón; creí que tocando el mismo instrumento lograría sorprenderlo. Never happened. Nos mudamos a Caracas y en el Campo Alegre me invitaron a participar en una banda de Jazz. En algún momento pensé que el saxo podría ser algo divertido para hacer como una carrera secundaria, aunque eso significara escuchar el chistecito eterno de tú tocas sexo, digo saxo todo el tiempo. Tomé clases con un gran maestro venezolano llamado Carreño que daba clases a la Sinfónica Juvenil, pero la verdad es que nunca fui tan disciplinada; era buena, pero tampoco era tan buena. Con el tiempo se me fue pasando la fiebre a pesar de que confieso que fue divertido tocar saxo en la gaitas del Peñón. Sí. Saxo en gaitas. Raro, lo sé.


Graduación del Peñón

Eventualmente me dí cuenta de que todo el tiempo había estado equivocada y que la verdad: no quería ser el centro de atención. Se me quito la idea loca de seguir un camino hacia la fama y seguí una vida anónima. Eso sí, decidí cerrar con broche de oro mi etapa musical tocando I Don’t Wanna Miss A Thing en la graduación del colegio. A pesar de mi perseverancia, aprendí que hay cosas en las que definitivamente aplica eso de lo que es del cura, va para la iglesia. En mi caso, esa vida de fama artística, actoral, y musical, no va para ningún lado.

Porque no podía dejarlo todo así, les pongo 2 clips de mi "camino a la fama" que nunca fue.




Parte de Oliver Twist, haciendo mi actuación magistral. Por favor miren al final como casi me caigo




Como no puedo quedar tan mal, les dejo otro de cuando tocaba en la banda en AES,
les debo los videos de mi época de Jazz que fue como 4 años más tarde

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