16 de marzo de 2010

Prismacolor




Una caja pequeña de Prismacolor era todo lo que yo necesitaba cuando era niña para ser feliz. Sin importar en qué rincón del planeta o en cuál esquina de la hoja de papel me encontraba, no había nada mejor para mi que una cajita de colores. Con colores podía crear mil universos, dibujar doscientas aventuras y crear el personaje que quisiera. Si no había papel, no importaba. Con jugar con los colores era suficiente. Esos palitos de color se convertían en personas con piernas, brazos y cabeza, y si les sacaba mucha punta se convertían en niños. Cuando uno es pequeño, no es mucho lo que necesita para estar entretenido. Claro, si me compraban una Badbie (así mismo, porque yo no pronunciaba la r cuando chiquita), me emocionaba mucho y jugaba con ella hasta el cansancio. Pero para mi no había nada como el olor de unos Prismacolor recién sacados de la cajita. Para cada niño es algo diferente, por ejemplo, para mi hermano era el deporte. Un balón o unos carritos y listo, el niño ni se sentía. Recuerdo que cuando lo castigaban y lo mandaban a sentarse a hacer la tarea, mis papás tenían que estar pendientes de él. Bastaba con que se distrajeran unos segundos para que los lápices se convirtieran en Pelé y Maradona, y la borra, la esférica de la final más emocionante en la historia de un Mundial de Fútbol.




Hay verdades que son innegables para todos los niños del mundo, sin importar de dónde vengan, qué idioma hablen y bajo cual condición sean criados. Por ejemplo, niño que llore mucho es porque tiene sueño. Punto. Eso es algo que pareciera venir programado en cada niño al nacer, al igual que el poder de la manipulación. Es como si nacieran con todas las instrucciones de cómo manipular a sus padres, tíos y abuelitos. Años después, en muchos casos, el sistema se formatea y perdemos esa capacidad (aunque en el fondo todos lo seguimos aplicando). Sin embargo, pienso que lo que tienen los niños que siempre será muy especial es su forma de ver una aventura en todo. Bueno o malo, las cosas se convierten en divertidas oportunidades.

Hay veces que esas ganas nos llevan a hacer tremenduras reales y peligrosas. Recuerdo que cuando vivíamos en Casa Loma (la casa de Chuao en Caracas) mi hermano y yo solíamos escalar el techo de la casa hasta lo más alto y sentarnos al lado de las antenas para así observar el Avila y la vista de Caracas a lo lejos. Un pequeño resbalón era suficiente como para terminar con cualquier aventura. Pero cuando uno es niño no tiene conciencia de que existe el peligro, solo existe la sed de ver y aprender. Por supuesto mis papás se enteraron de esto muchos años después y aún así se molestaron con nosotros.

Solíamos pasar nuestras vacaciones en el llano venezolano. Mi hermano y yo jugábamos con los hijos del Negro, el encargado de la finca. Nos bañábamos en el río, corríamos en el pasto y trotábamos a caballo. Nos encantaba jugar y disfrutar de las vacaciones ahí, ya que era el lugar perfecto para hacer real miles de aventuras. Nos perdimos un par de veces causándoles a mis papás varios sustos graves. Pero éramos felices jugando y siendo niños.



Hoy en día, pensando sobre los hijos del Negro creo que ellos eran realmente muy felices. Los niños del llano son personitas que llevan una vida que no es nada fácil. Les toca despertarse en la madrugada para ayudar con el ordeño, van a la escuela en la mañana y en la tarde están de nuevo en la finca, trabajando y haciendo lo necesario para mantener todo en órden. Trabajan casi todo el día, todo el tiempo descalzos. Pero cómo disfrutan de las cosas. Se conocen el terreno donde viven como la palma de sus manos. Se lanzan al río vestidos o como estén. Montan caballo con silla o sin silla. Es verdaderamente impresionante ver como cada quien se adapta a su medio. Ellos buscan sus aventuras propias todos los días y disfrutan la vida cómo venga. Teniendo mucho o teniendo poco, son inmensamente felices. Me impresionó que el año pasado cuando fui a la Gran Sabana por primera vez, encontré que los niños Pemones son exactamente iguales. Están en otro ambiente, hablan Taurepán, pero en el fondo, están diciendo exactamente lo mismo. Eso es porque los niños son niños. Solo quieren ser felices y disfrutar. Lo viví en su momento en la India donde existe tanta pobreza. Los niños allá no tienen literalmente nada. Sin embargo, siempre sonríen, siempre son alegres y aprecian hasta el más mínimo detalle. Esa inocencia y esas ganas de vivir la tienen todos sin importar donde estén.

Si hay algo que no deberíamos perder desde niños es precisamente eso. Las ganas de vivir y de buscar aventuras en absolutamente cada momento. Convertir cada una de las situaciones de nuestras vidas en un Prismacolor, y con ellas, crear aventuras. Ver color en los momentos más grises y tomar las cosas como vengan. Si hay algo por lo que creo que estamos aquí es para vivir lo bueno y aprender de lo malo. Pero sobretodo, es ver la aventura que existe en cada cosa que se nos presenta. Darnos cuenta que en el fondo todos somos niños, y al final, lo único que realmente necesitamos es un Prismacolor con el cual crear nuestra propia felicidad.

6 comentarios:

  1. fabi!! para mi tambien era como un tesoro tener esos prismacolor! es mas..me los regalan otra vez y siguen siendo tesoros! Ya los que tengo son todos unos "niños" jaja

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  2. Fabianita,,, veo que maduras la redacción y atrapas en la lectura,,, me encanta como fluye la secuencia y logras el detalle como un enlace que no te deja descuidar la idea principal.
    Me encanta,
    Besos y abrazos !!

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  3. gracias!! jaja el lunes empiezo un curso de imaginación y creación literaria...así que espero aprender mucho para aplicarlo aquí!...divertido pasatiempo realmente! ya veremos qué surge de todo esto vamos poco a poco ;)

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  4. Que maravilla!!! pensar que existen tantos recursos para cultivarse y uno ni pendiente hasta que no inicia lo que está en uno como un gusanito que quiere salir... me encanta mucho lo de ese curso,, ya te haré los comentarios del cambio a medida que vayas haciendo notar el conocimiento y técnica aprendida.

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  5. Yo tambien era feliz con una caja de creyones

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  6. yo adoraba los de 24 colores, eran lo maximo :)

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