3 de febrero de 2011

Tremenduras de Colegio


Amigos del Peñón

Al tiempo de haberme cambiado al colegio El Peñón ya estaba uniéndome a las tremenduras y picardías de mis compañeros. Claro, debo decir que si bien hice tremenduras, era también bastante estudiosa y nunca llegaron a ser cosas demasiado exageradas. Yo no estaba acostumbrada a hacer cosas para molestar a mis profesores, pero definitivamente, uno se contagia de los demás.

Creo que parte de la experiencia del colegio es divertirse con las picardías y ocurrencias que nos ocurren a nosotros y a los demás. Recuerdo muy bien a Walt, el profesor de matemáticas en 2do año sacando a Martínez del salón al comienzo de clases ‘por lo que iba a hacer.’ Poco a poco fueron sumándose cosas que nos involucraban más a todos. Haciendo sonidos con la boca cerrada cada vez que el profesor se volteaba a escribir la pizarra. Haciendo lo que llamábamos el ‘Plan de Contingencia’ en el que el salón completo (unas 30 personas) nos movíamos con todo y pupitre hacia un lado del cuarto dejando solo a un compañero porque ‘se hechó un peo!’ (aunque no fuese cierto).

Como cualquier salón de clases normal, nos copiábamos en los exámenes y hacíamos trampa de las maneras más rebuscadas. Yo trataba de nunca dejar evidencias del tipo de cosas que hacía al no escribir nada en ningún lugar. La única vez que llevé una chuleta (papel con cosas del examen) me la descubrió el profesor de física al cual le tenía muchísimo cariño por ser de Gochilandia (y porque conocía a su familia). Qué verguenza.

Cada uno de nosotros tenía su ‘cosa.’ Algunos se dedicaban a hacer chistes que hacían reir a todo el salón, otros comentarios sarcásticos, y otros se dedicaban a regañar a todos por fastidiosos. Pero quizás la historia más graciosa que ocurrió cuando estaba en el colegio fue con La Escoba. Escoba era uno de las personas más graciosas que conozco pero quizás uno de los peores estudiantes del salón: nunca llegaba preparado, jamás estudiaba, salía mal en los exámenes y no paraba de hablar en clases. Por esa razón el día que anunció que estudiaría medicina todos nos reimos en su cara. Hoy en día, contra todo pronostico (y para sorpresa de todos), es Doctor.


La Escoba, Yo, Gabi

La historia ocurrió en 5to año de bachillerato cuando la profesora de biología nos pidió que lleváramos al laboratorio unas drosophila melanogaster (mosquitas). Estas mosquitas nada más se conseguían en la UCV y ninguno de nosotros tuvimos ni siquiera la intención de ir a comprarlas. Nuestra gran sorpresa fue cuando Escoba se apareció en el colegio con su frasquito lleno de drosophilas. No sólo fue el único estudiante de todo el salón que las llevo, sino de la promoción completa (unas 120 personas). Completamente insólito. Estábamos en plena clase de biología cuando la Escoba comenzó a fastidiar como solía hacer y la profesora no tuvo más remedio que sacarlo del salón. La Escoba se fue bravo corriendo, y a los pocos minutos se apareció en el salón con el frasco lleno de drosophilas y amenazó a la profesora diciéndole “Si me bota del salón, mato a las mosquitas! Las mato!” con toda la seriedad y rabia del mundo. Está de más decir que estallamos todos riéndonos y que la profesora no tuvo más opción que dejarlo pasar de nuevo.

Definitivamente, nada como aquella época del colegio.


2 comentarios:

  1. JAJAJAJAJAJAJAJA QUE VAINA TAN COMICA EL CUENTO DE ESCOBA!!!!

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  2. solo se conseguian en la UCV o seaaaa verga como se nota que estaban en ccs, aqui en el monte pones un cambur o un mango a la intemperie y tienes cientos en un ratico, joderrr

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